1. Tres y algo de la mañana de un sábado. Señores agentes del tránsito de Envigado al frente de la vía están haciendo uno de sus retenes rutinarios, en donde más de un infractor e irresponsable borracho caído de la mica al volante ha de caer redondito, sobradito, zigzagueando una línea recta. Imposible esquivar el retén, igual no tengo porqué hacerlo, no he bebido alcohol, voy a la velocidad permitida, los documentos del carro están en regla – eso creo-, no me he volado ningún semáforo en rojo ni ninguna señal de transito. Uno de los agentes pide que me orille a un lado de la carretera y, luego de algunos minutos, me coloca una infracción por tener el documento de emisión de gases vencido. VIDA TRIPLE HIJUE DE LAS MIL…
- Señor Byron, eso le da desmovilización del vehículo, pero como el carro es de su mamá y no suyo, apenas le voy a dar la infracción. – me dice el agente de tránsito, que da la casualidad, también se llama Byron: Byron Edwin; qué combinado, para jugarlo en chance, aunque mejor me callo, mi nombre tampoco es que combine de a mucho.
- Gracias, señor agente Byron Edwin. – le digo, aunque el tipo parece no darse cuenta.
- Señor Byron, tiene tres días hábiles para pagarla, y recuerde que puede tener descuento en el pago si hace un curso.
- ¿Curso?
- Sí.
VIDA TRIPLE HIJUE DE LAS MIL… pero bueno, si así pago menos, pues será.
2. Me despierto por el maldito calor que hace; últimamente la vida en Medellín se está haciendo insoportable, hace un calor que te cagas de la puta rabia. La temperatura normal ha aumentado 2.5 grados y todo se debe a que la bruma de contaminación -que es como la de cualquier ciudad grande, así digan algunos que esto es un pueblito- se queda represada en el valle. Si subes bien arriba, por Las Palmas o lo que sea que esté bien arriba en Medellín, puedes ver una bruma amarilla que te guiña el ojo y te sonríe. En fin, me despierto por el puto calor, miro el reloj despertador, son las once de la mañana del mismo sábado en que me dieron una infracción de tránsito. Salgo de mi cuarto, camino hasta la cocina y me encuentro a mi madre leyendo la hoja de la infracción; cuando llegué a casa la dejé sobre la mesa.
- Mijo ¿ayer lo partió el tránsito?- me pregunta.
- Sí, la cosa esa de los gases está vencida.- le digo.
- No puede ser, a los carros nuevos no les piden eso.- me dice.
- Ya el carro no está nuevo.- le digo.
- ¿Cómo que no? yo lo compré qué, hace… mmm, sí, no está nuevo. Pero que bruto ese guarda de tránsito que lo partió, puso en el parte dizque Byron Edwin, usted no se llama así.
- Ma, así se llama el guarda, ya ve que hay otras madres que también ponen esos nombres.
- Pero si su nombre es muy bonito.
- Ajá.
3. Me despierto por el maldito calor que hace, por unos segundos dudo de qué día es, hasta que de sopetón recuerdo toda la noche anterior: Con D bebí tequila en el parque de El Poblado, más tarde, con D, estuve en un sitio de mala muerte llamado La Octava, dejé a D en su casa, llegué a mi casa tipo cinco de la mañana a ver videos en YouTube y luego dulces sueños... hasta que el maldito calor hizo de las suyas y me despertó. Ahora sé qué es domingo y que, mirando el reloj despertador, son las 11 y algo de la mañana. Todavía borracho por todo el tequila que bebí, me levanto dando tumbos de la cama, entro al baño, me echo agua en la cara y camino hasta la cocina, lo único que quiero es apagar este incendio que llevo dentro, AGUA, AGUA, AGUA, AGUA, COCACOLA, COCACOLA, COCACOLA, COCACOLA, un GATORADE, please; no vuelvo a beber tequila: promesas que van al aire. En la cocina me encuentro con que mi madre está haciendo el desayuno.
- Recuerde que ahorita vamos para Amagá.- me dice mi madre.
- Sí.- le digo.
- Hoy, en Amagá, es día de la madre.- me dice.
- Eso es algo que nunca he podido entender ¿por qué en Amagá, que queda a cuarenta y cinco minutos de Medellín, el día de la madre es a final de mes?- le pregunto.
- Hay que comprar una torta para llevar.- me dice.
Misterio que durará otro año.
4. Domingo, Cuatro de la tarde, en Amagá. Me digo a mi mismo después haber comido un delicioso sancocho preparado por mi tía Ana: “Hace rato no menciono a mi familia en el Top 5. De hecho, hace rato no menciono muchas cosas en ese blog, quizás cuando llegué a mi casa vuelva a escribir sobre mi familia”.
- Ojalá, siempre para el guayabo me comiera un sancocho de los de Ana.- digo, pero nadie me escucha.
- ¿Mañana tiene que trabajar?- me pregunta alguien.
- Pues todavía no sé, espero que no. – digo.
5. “¡I FEEL A HOT WIND ON MY SHOULDER AND THE TOUCH OF A WORLD THAT IS OLDER I TURN THE SWITCH AND CHECK THE NUMBER I LEAVE IT ON WHEN IN BED I SLUMBER…!” Quito el panel del equipo de sonido del carro para que luego no se lo vayan a llevar los amigos de lo ajeno- como ya pasó hace unos meses-, apago el carro, me bajo, cierro las puertas con seguro y alarma, y empiezo a caminar hacia la puerta del lugar. Diez y algo de la mañana de un miércoles, estoy en el tránsito municipal de Envigado, en el que nunca antes había estado en mi vida.
- Buenos días, ¿me podría decir dónde se pagan los partes?- le pregunto a un guardia de seguridad.
- Buenos días, los partes se pagan en la taquilla cuatro.- me dice.
- Gracias.- le digo.
Voy hasta la taquilla cuatro, hago la fila que es bastante larga. Al llegar a donde el tipo que atiende me dice que primero, para que me atienda, debo de ir a otra taquilla. Voy a hasta esa otra taquilla y allí me dicen que primero debo de ir hasta la oficina que queda a mano izquierda, la que está llegando a las escaleras. Voy hasta esa oficina.
- Señor Byron, ¿desea pagar la infracción completa, o desea hacer el curso?- me pregunta el tipo que atiende en esa oficina.
- Mmm, ¿Cuánto vale la infracción completa? – le pregunto.
Me dice que vale un platal.
- Bueno, hago el curso.- le digo.
- Señor Byron, el curso empieza a la una de la tarde, cuando haga el curso vaya a la taquilla cuatro y luego vuelva aquí.
- ¿A la una?
- Sí.
- Bueno.
Son las once y media de la mañana, sabré esperar un curso hasta la una de la tarde. Un curso del que espero lo peor, en el que seguro mostraran un carro que imprudentemente va a alta velocidad, se estrella contra algo y el conductor sale lanzado por el parabrisas hasta despedazar su cráneo contra el asfalto.
Para matar el tiempo, me subo al carro, coloco el panel del equipo de sonido y a toda castaña suena: “¡I HEAR THE RHYTHMS OF THE MUSIC I BUY THE PRODUCT AND NEVER USE IT I HEAR THE TALKING OF THE DJ CAN'T UNDERSTAND JUST WHAT DOES HE SAY? I'M ON A MEXICAN RADIO. I'M ON A MEXICAN - WHOAH – RADIO…!”
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