1. En esa
fotografía vieja de colores desgastados estabas sentado sobre una butaca,
mirabas cabizbajo el piso de arena debajo de tus pies y tenías un revólver en
la mano. Salvo por esa barba larga, despeinada y mugrienta que llevabas en
aquel entonces te veías muy bien, un tipo corpulento, bien guapo, taciturno.
Mi madre
moría por ti.
Yo moría por
ti. Me enseñaste a tomar fotos. Ambos amábamos la fotografía.
2. En el
fondo desenfocado de esa fotografía estaba aquella casa. La que fue nuestra
casa alguna vez. No sé qué decir sobre
ella, era vieja, muy vieja, olía a viejito, y era de entender, muchos viejos
murieron en ella. Como tú, papá. Cómo tú, mamá.
Mi madre
amaba esa casa.
Yo odiaba
esa casa. Pero todo lo viejo y feo es fotogenico.
¿Tú la odiabas, papá? yo creo que no.
3. Y te tomé
esa foto…
Yo no sabía
por qué tenías ese revólver en la mano, papá. Y me obligaste a tomar esa foto.
Mi mamá sí
lo sabía. Ella era una alcahueta.
4. Cuando te
pusiste el revólver en la boca y disparaste contra ti también tomé una foto, tus
sesos aparecían en ella volando por los aires, la butaca cayendo en la arena y
la ráfaga del disparo también se veía. Mi madre desenfocada aparecía en el
fondo, muriéndose al verte caer, el disparo que te mató le voló a ella dándole directo en el corazón.
Tiempo
después borré esa foto.
Igualmente
borré todas las fotos que te tomé a ti y a mi madre muertos en el piso.
5. Hoy que vuelvo
a visitar las ruinas de mi antigua casa miro esta foto, con la que me gané un Pulitzer
por publicarla a la corta edad que tenía, y me da mucha nostalgia no haberme
ganado otro Pulitzer con la foto de la muerte de ustedes dos. Papá, mamá,
ustedes me enseñaron a ser fría, lo siento… bah, no me he ganado nada, pero sé
que sí lo habría hecho.
Los extraño.
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