miércoles, marzo 25, 2009
lunes, marzo 23, 2009
TOP 5 Desaparecer bajo tierra
1. Un miércoles frío, húmedo, negro, iluminado por luces artificiales, lleno de diversos transeúntes que marchan muy de prisa o están parados en cualquier esquina, entre ellos yo con mi maleta terciada a la espalda, fumándome el primer cigarrillo del día, caminado hacía el transporte que me ha de llevar a mi destino de trabajo, en espera de qué me deparará mi ocupación del día de hoy, que hasta donde sé es en las minas de carbón en el pueblo de Amagá, pueblo del suroeste antioqueño de donde es mi familia por parte de papá y pueblo de paramilitares... mira vos, a pesar de que son las 4:30 de la mañana y que hace pocos días la ciudad “entera” entró en paranoia por unas cartas en las que se anunciaba que iban a matar hasta el hijueputas si los veían después de las 10 de la noche en la calle y que “de nuevo volvía” la violencia a el Valle de Aburrá, Medellín se ve muy viva:
La gorda, el gordo, la bajita, el bajito, la alta, el alto, la flaca, el flaco, la fea, el feo, la que es más o menos el prototipo de la paisa porque es bonita, chiquita, maletona, tetona y de culo no tiene nada, el tetón, la hija de puta, el hijueputa, la hippie, el policía, la suicida, el que se saca mocos y se toca el pene a sabiendas que todos lo están viendo, la llena de vida, optimismo y esperanza pero ha duro que la ha tratado la vida, la testaruda, el testarudo, la incrédula, el incrédulo, el que parece un libro de auto superación, la religiosa, el que habla solo, el que pelea solo, el que por como abre la boca en una sonrisa medio estúpida te das cuenta que es medio caidito del zarzo pero es feliz como lombriz, el que orina en el poste, en la acera, en el san Juan de alguna oficina, la vendedora de cigarrillos y tinto caliente endulzado con aguapanela, el vendedor de cigarrillos y chicles, los que compran los cigarrillos y los chicles, el borracho, el indigente, los estudiantes que tienen clase de 6:00 de la mañana, los que van rumbo a su laburo,…
Cómo me dijo D, con mucha razón de su parte, madrugar para mí es todo un acontecimiento.
2. Desde la ventanilla del bus que me ha de llevar al pueblo de Amagá veo uno, dos, tres, cuatro accidentes de tránsito seguidos casi uno detrás del otro por la larga autopista. El periodista que está sentado a mi lado ni se da por enterado cuando le señalo a un Mazda blanco, hecho chatarra, debajo de las llantas de una volqueta roja y vieja.
- En ese accidente si tuvo que haber muertos. ¿Sí vio cómo quedó ese Mazda?
- ¿Ah?
- ¿Asustado porque vamos a grabar dentro de las minas?
- No, todo tranquilo, ¿y usted?
- Todo tranquilo también… Tengo un primo que empezó a trabajar en una mina de carbón y no duró un día porque le dio miedo entrar en ella.
- Muy miedoso su primo.
- Sí. También tengo un tío que se salvó de morir en la mina esa donde se mataron 80 mineros por allá en 1987… ¿y si vio que hace como tres semanas se mataron como cuatro mineros en una de esas minas para donde vamos? Ah, y hace como dos meses también se mataron otros dos mineros.
- ¿La intención es hacerme dar miedo?
- No hombre, para nada… vea, otro accidente de tránsito, esta vez es una moto contra un taxi, ya con ese van 5 a las qué... 6:30 de la mañana.
3. En mitad del camino, el bus hace una parada para que los pasajeros podamos desayunar. Creo que es lo que más disfruto de estos viajes, las paradas a comer o a fumarse un cigarrillo o tomarse un café o para entrar al baño o…
- Señor periodista, Byron, este es el mapa y el informe de las minas que vamos a visitar, son cinco. Ustedes verán en cuál de ellas quieren entrar a grabar. – dice el profesor que nos invitó al recorrido de las minas.
- En la que usted nos diga profesor. – dice el periodista.
- No, eso se lo dejo a criterio de ustedes. Como verán, las cinco minas son ilegales. – dice el profesor.
- ¿Son ilegales? Creí que íbamos para esas minas seguras.- dice el periodista.
- A las minas seguras vamos después, por ahí como dentro de un mes, pero por seguridad no se preocupe, eso es relativo, en una de esas minas seguras fue que se mataron hace como un mes tres mineros. Miren bien el mapa, el informe y decidan, ¿ya se tomaron algo, no van a desayunar? ¿Ustedes conocen Amagá?
- Yo sí. Mi familia por parte de papá es de Amagá. – digo.
- Mmm. – balbucea el profesor.
Miramos el mapa y el informe, y por lo que vemos y leemos descartamos cuatro de las minas y una la dejamos en entredicho. Así de cobardes resultamos.
4. Llegamos a la primera mina en la cual hay que entrar prácticamente despanzurrados sobre el piso. No entramos.
- ¿Ustedes sabían que este muchacho que tiene la cámara en la mano tiene familia aquí en Amagá?- le pregunta el profesor a los paleros que echan el carbón en las volquetas. Los paleros me miran.
- ¿Cuál es la familia?- pregunta uno de los paleros.
- Los Vélez, mi abuelo era Emilio Vélez, el dentista.
- Ah sí, los Vélez, los que viven al frente de la carnicería Zeus.
- La misma.
Llegamos a la segunda mina en la cual hay que entrar bajando verticalmente por unas escaleras que chirrean, que se mueven hasta con la respiración y que su largura, según nos cuentan, es de 20 metros. No entramos.
- ¿Usted sabía que este muchacho es nieto de Amagá? – le pregunta el profesor, mientras me señala, al dueño de la mina.
- ¿Cómo así?- pregunta el dueño de la mina.
- Mmm, sí, soy nieto de Emilio Vélez, el que era el den…
- Aahh, ¿Y usted es hijo de quién? – pregunta el dueño de la mina.
- De Ignacio, el mayor...
- Aah sí, él ya se murió.
- Sí.
- Ahí ve usted, le traje a un paisano.- le dice el profesor al dueño de la mina.
A la tercera ni a la cuarta mina vamos, así que llegamos a la quinta mina y en esta si hay facilidades para entrar. Entramos como cualquier inexperto que nunca ha entrado a una mina, a los resbalones, caídas y totazos en la cabeza; por fortuna los cascos sí sirven. Mientras empezamos a descender metros bajo tierra, sudando océanos, respondo por lo menos siete veces que sí, que mi familia es de Amagá, que soy Vélez, que mi abuelito era el dentista y el líder indiscutible del partido Liberal, que soy hijo de Ignacio el que se murió, que mi familia es la que vive al frente de la carnicería Zeus, que mi tío Javier se ha lanzado varias veces a la alcaldía de Amagá y ninguna de esas veces ha ganado…
- Pero Byron viene mucho a Amagá, ahora me dijo que también le gustaría trabajar en una mina porque está cansado de la televisión. – le dice el profesor a uno de los mineros. El minero me mira.
- Mentiras, pero bacano tener esta experiencia.- es lo único que atino a decir aún sabiendo que estoy que me devuelvo, que ya no aguanto tener una cámara tan pesada en la mano y que no aguanto la claustrofobia.
- Yo soy minero desde los 16 años y la verdad es que esto me gusta.- dice el minero.
- ¿Y cuántos años tenés? – pregunta el profesor.
- 26, ya estoy que me jubilo.
Cuando llegamos a nuestro destino de grabación, 150 metros bajo tierra, lo que no me esperaba, lo que imposibilita que haga mi trabajo: la cámara no quiere funcionar; la humedad, el pantano y los porrazos que se dio contra las paredes la sacan fuera de servicio. Y de vuelta para arriba con el rabo entre las piernas, a enorgullecerme de otro fracaso más, pero al aire puro.
5. Tres horas después, ya no en las minas sino en el resguardo de los socorristas de los mineros, logro arreglar la cámara. Pero ya para qué.
- ¿Usted tiene familia aquí en Amagá, cierto? Yo lo he visto. – me pregunta una señora del aseo.
- Sí, soy de los Vélez.
- Sí, con razón se me hacía conocido, usted es el hijo de Ignacio, el que se murió, y es hijo de una señora morenita muy bonita ella.
- Ah ¿conoce a mi mamá?
- Sí, ella estudió en La Normal. Usted y ella se parecen mucho.
- ¿Nos parecemos en lo bonitos?
- Ja ja ja ja ja ja, ¿se le ofrece un tinto?
La gorda, el gordo, la bajita, el bajito, la alta, el alto, la flaca, el flaco, la fea, el feo, la que es más o menos el prototipo de la paisa porque es bonita, chiquita, maletona, tetona y de culo no tiene nada, el tetón, la hija de puta, el hijueputa, la hippie, el policía, la suicida, el que se saca mocos y se toca el pene a sabiendas que todos lo están viendo, la llena de vida, optimismo y esperanza pero ha duro que la ha tratado la vida, la testaruda, el testarudo, la incrédula, el incrédulo, el que parece un libro de auto superación, la religiosa, el que habla solo, el que pelea solo, el que por como abre la boca en una sonrisa medio estúpida te das cuenta que es medio caidito del zarzo pero es feliz como lombriz, el que orina en el poste, en la acera, en el san Juan de alguna oficina, la vendedora de cigarrillos y tinto caliente endulzado con aguapanela, el vendedor de cigarrillos y chicles, los que compran los cigarrillos y los chicles, el borracho, el indigente, los estudiantes que tienen clase de 6:00 de la mañana, los que van rumbo a su laburo,…
Cómo me dijo D, con mucha razón de su parte, madrugar para mí es todo un acontecimiento.
2. Desde la ventanilla del bus que me ha de llevar al pueblo de Amagá veo uno, dos, tres, cuatro accidentes de tránsito seguidos casi uno detrás del otro por la larga autopista. El periodista que está sentado a mi lado ni se da por enterado cuando le señalo a un Mazda blanco, hecho chatarra, debajo de las llantas de una volqueta roja y vieja.
- En ese accidente si tuvo que haber muertos. ¿Sí vio cómo quedó ese Mazda?
- ¿Ah?
- ¿Asustado porque vamos a grabar dentro de las minas?
- No, todo tranquilo, ¿y usted?
- Todo tranquilo también… Tengo un primo que empezó a trabajar en una mina de carbón y no duró un día porque le dio miedo entrar en ella.
- Muy miedoso su primo.
- Sí. También tengo un tío que se salvó de morir en la mina esa donde se mataron 80 mineros por allá en 1987… ¿y si vio que hace como tres semanas se mataron como cuatro mineros en una de esas minas para donde vamos? Ah, y hace como dos meses también se mataron otros dos mineros.
- ¿La intención es hacerme dar miedo?
- No hombre, para nada… vea, otro accidente de tránsito, esta vez es una moto contra un taxi, ya con ese van 5 a las qué... 6:30 de la mañana.
3. En mitad del camino, el bus hace una parada para que los pasajeros podamos desayunar. Creo que es lo que más disfruto de estos viajes, las paradas a comer o a fumarse un cigarrillo o tomarse un café o para entrar al baño o…
- Señor periodista, Byron, este es el mapa y el informe de las minas que vamos a visitar, son cinco. Ustedes verán en cuál de ellas quieren entrar a grabar. – dice el profesor que nos invitó al recorrido de las minas.
- En la que usted nos diga profesor. – dice el periodista.
- No, eso se lo dejo a criterio de ustedes. Como verán, las cinco minas son ilegales. – dice el profesor.
- ¿Son ilegales? Creí que íbamos para esas minas seguras.- dice el periodista.
- A las minas seguras vamos después, por ahí como dentro de un mes, pero por seguridad no se preocupe, eso es relativo, en una de esas minas seguras fue que se mataron hace como un mes tres mineros. Miren bien el mapa, el informe y decidan, ¿ya se tomaron algo, no van a desayunar? ¿Ustedes conocen Amagá?
- Yo sí. Mi familia por parte de papá es de Amagá. – digo.
- Mmm. – balbucea el profesor.
Miramos el mapa y el informe, y por lo que vemos y leemos descartamos cuatro de las minas y una la dejamos en entredicho. Así de cobardes resultamos.
4. Llegamos a la primera mina en la cual hay que entrar prácticamente despanzurrados sobre el piso. No entramos.
- ¿Ustedes sabían que este muchacho que tiene la cámara en la mano tiene familia aquí en Amagá?- le pregunta el profesor a los paleros que echan el carbón en las volquetas. Los paleros me miran.
- ¿Cuál es la familia?- pregunta uno de los paleros.
- Los Vélez, mi abuelo era Emilio Vélez, el dentista.
- Ah sí, los Vélez, los que viven al frente de la carnicería Zeus.
- La misma.
Llegamos a la segunda mina en la cual hay que entrar bajando verticalmente por unas escaleras que chirrean, que se mueven hasta con la respiración y que su largura, según nos cuentan, es de 20 metros. No entramos.
- ¿Usted sabía que este muchacho es nieto de Amagá? – le pregunta el profesor, mientras me señala, al dueño de la mina.
- ¿Cómo así?- pregunta el dueño de la mina.
- Mmm, sí, soy nieto de Emilio Vélez, el que era el den…
- Aahh, ¿Y usted es hijo de quién? – pregunta el dueño de la mina.
- De Ignacio, el mayor...
- Aah sí, él ya se murió.
- Sí.
- Ahí ve usted, le traje a un paisano.- le dice el profesor al dueño de la mina.
A la tercera ni a la cuarta mina vamos, así que llegamos a la quinta mina y en esta si hay facilidades para entrar. Entramos como cualquier inexperto que nunca ha entrado a una mina, a los resbalones, caídas y totazos en la cabeza; por fortuna los cascos sí sirven. Mientras empezamos a descender metros bajo tierra, sudando océanos, respondo por lo menos siete veces que sí, que mi familia es de Amagá, que soy Vélez, que mi abuelito era el dentista y el líder indiscutible del partido Liberal, que soy hijo de Ignacio el que se murió, que mi familia es la que vive al frente de la carnicería Zeus, que mi tío Javier se ha lanzado varias veces a la alcaldía de Amagá y ninguna de esas veces ha ganado…
- Pero Byron viene mucho a Amagá, ahora me dijo que también le gustaría trabajar en una mina porque está cansado de la televisión. – le dice el profesor a uno de los mineros. El minero me mira.
- Mentiras, pero bacano tener esta experiencia.- es lo único que atino a decir aún sabiendo que estoy que me devuelvo, que ya no aguanto tener una cámara tan pesada en la mano y que no aguanto la claustrofobia.
- Yo soy minero desde los 16 años y la verdad es que esto me gusta.- dice el minero.
- ¿Y cuántos años tenés? – pregunta el profesor.
- 26, ya estoy que me jubilo.
Cuando llegamos a nuestro destino de grabación, 150 metros bajo tierra, lo que no me esperaba, lo que imposibilita que haga mi trabajo: la cámara no quiere funcionar; la humedad, el pantano y los porrazos que se dio contra las paredes la sacan fuera de servicio. Y de vuelta para arriba con el rabo entre las piernas, a enorgullecerme de otro fracaso más, pero al aire puro.
5. Tres horas después, ya no en las minas sino en el resguardo de los socorristas de los mineros, logro arreglar la cámara. Pero ya para qué.
- ¿Usted tiene familia aquí en Amagá, cierto? Yo lo he visto. – me pregunta una señora del aseo.
- Sí, soy de los Vélez.
- Sí, con razón se me hacía conocido, usted es el hijo de Ignacio, el que se murió, y es hijo de una señora morenita muy bonita ella.
- Ah ¿conoce a mi mamá?
- Sí, ella estudió en La Normal. Usted y ella se parecen mucho.
- ¿Nos parecemos en lo bonitos?
- Ja ja ja ja ja ja, ¿se le ofrece un tinto?
domingo, marzo 22, 2009
miércoles, marzo 18, 2009
martes, marzo 17, 2009
TOP 5 De aquellas crueldades piadosas. Número (2)
Un olor grotesco, nauseabundo, putrefacto, imponente, levantando moscas, atrayendo cucarachas, despertando ratas, invitando a ladrar a perros callejeros, matando aire puro, masacrando flores silvestres, lapidando barras de incienso, arremetiendo barbaries contra nuestras narices, un olor de humanidad que no toca agua hace décadas se desgajaba de un señor alto de ojos verdes, de piel blanca curtida por el mugre y los años; un señor que siempre andaba descalzo -aumentándole callos a sus callos-; un señor que siempre estaba vestido con pantalones de pana azules y, hiciera calor o frío, nunca se quitaba una ruana gris que en su aspecto parecía la compañera inseparable de mil batallas por allá hace siglos en dónde una espada era la ley y el mejor amigo era una pulga “amaestrada”, o también parecía donde dormía el perro del cual ese señor era dueño. Don Adán, así se llamaba ese señor hediondo y de voz gangosa por tanto fumar tabaco que vivía a dos casas de mi abuela Mariela y mi abuelo Marcos.
- De repente empezó a oler tan maluco ¿qué será?
- Eso es que por ahí viene don Adán… ya lo vi, viene por La Cero.
- La Cero son dos cuadras más allá y desde aquí uno huele a don Adán.
- ¿Desde hace cuanto no se bañara?
- Dicen que desde que se murió su esposa.
- ¿Don Adán tuvo esposa?
- Pues ¿de dónde crees que salieron sus hijos?
- Ah, pues sí, tenés razón… Que pereza ser hijo de don Adán ¿no?
- Uno diciéndole todo el día: “Papá, hágale, báñese, hágale, vea que pena, qué pensara la gente, hágale, hágale papá, al menos tírese un vaso de agua encima, aunque sea por accidente, o al menos cuando llueva deje que una gótica de agua lo toque, unita gota, aunque sea sólo eso…”
- Y uno armando planes: “Nos escondemos detrás de la puerta y cuando entre mi papá le tiramos este baldado de agua ¿listo?, o no, mejor pongamos la manguera…” Y ¿hace cuanto se murió su esposa?
- No sé, pero dicen que tampoco se bañaba… Entremos a la casa, ya don Adán va por La Primera.
- Sí, luego se nos queda ese olor pegado todo el día.
Amigo, aunque no lo quieras, inevitablemente en la vida pasan cosas que te producen pequeños traumas irremediables, traumas que quizás si hasta los piensas un poquito más de lo normal descubres que cambiaron tu vida para siempre y que por eso hasta te deberías pegar un tiro: En una tarde de algún domingo te asomas a la ventana y al frente de la casa ves a una anciana bajita, gordita y de gafas protagonizando públicamente, al lado de don Adán, una escena de terror, morreo, cachondeo, lujuria descarada, susurros libidinosos al oído no tan susurros ya que parecen dichos para todo el barrio, una mano asquerosamente mugrosa dentro de un gran trasero viejo y unas tetas desvencijadas, una mano regordeta y vieja puesta… Piensas: Mierda, ¿POR QUÉ CARAJOS ME DIO POR ASOMARME A LA VENTANA SI ESTABA TAN BIEN VIENDO EN TELEVISIÓN A DAVID EL GNOMO?
- Venga mijita, déjese robar que yo no muerdo.
- Ay don Adán, usted si es, no ve que yo tengo marido.
- Qué le hace mijita, yo no voy a hacer cosas con su marido.
- Ay don Adán, usted si es… saque la mano… no saque la mano... ay don Adán, yo me dejo robar.
- Eso mijita, apreté, apreté bien.
¡¡¡Gas!!! ¡¡¡Que señora tan cochina!!! ¡¡¡¿Cómo se deja meter mano de don Adán?!!! ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡¿Es que acaso no siente ese olor tan asqueroso?!!!... ¡Adrian, David, vengan vean esto, no lo van a creer! ¡Yo me quedé ciego!
- ¡Págale baño vieja cochina!
- ¡Don Adán, antes báñate!
- Hey, Adrian, David, no los llamé a ustedes para que se pusieran a gritarles cosas, que pena.
- ¡Don Adán, págale inquilinato!
- De repente empezó a oler tan maluco ¿qué será?
- Eso es que por ahí viene don Adán… ya lo vi, viene por La Cero.
- La Cero son dos cuadras más allá y desde aquí uno huele a don Adán.
- ¿Desde hace cuanto no se bañara?
- Dicen que desde que se murió su esposa.
- ¿Don Adán tuvo esposa?
- Pues ¿de dónde crees que salieron sus hijos?
- Ah, pues sí, tenés razón… Que pereza ser hijo de don Adán ¿no?
- Uno diciéndole todo el día: “Papá, hágale, báñese, hágale, vea que pena, qué pensara la gente, hágale, hágale papá, al menos tírese un vaso de agua encima, aunque sea por accidente, o al menos cuando llueva deje que una gótica de agua lo toque, unita gota, aunque sea sólo eso…”
- Y uno armando planes: “Nos escondemos detrás de la puerta y cuando entre mi papá le tiramos este baldado de agua ¿listo?, o no, mejor pongamos la manguera…” Y ¿hace cuanto se murió su esposa?
- No sé, pero dicen que tampoco se bañaba… Entremos a la casa, ya don Adán va por La Primera.
- Sí, luego se nos queda ese olor pegado todo el día.
Amigo, aunque no lo quieras, inevitablemente en la vida pasan cosas que te producen pequeños traumas irremediables, traumas que quizás si hasta los piensas un poquito más de lo normal descubres que cambiaron tu vida para siempre y que por eso hasta te deberías pegar un tiro: En una tarde de algún domingo te asomas a la ventana y al frente de la casa ves a una anciana bajita, gordita y de gafas protagonizando públicamente, al lado de don Adán, una escena de terror, morreo, cachondeo, lujuria descarada, susurros libidinosos al oído no tan susurros ya que parecen dichos para todo el barrio, una mano asquerosamente mugrosa dentro de un gran trasero viejo y unas tetas desvencijadas, una mano regordeta y vieja puesta… Piensas: Mierda, ¿POR QUÉ CARAJOS ME DIO POR ASOMARME A LA VENTANA SI ESTABA TAN BIEN VIENDO EN TELEVISIÓN A DAVID EL GNOMO?
- Venga mijita, déjese robar que yo no muerdo.
- Ay don Adán, usted si es, no ve que yo tengo marido.
- Qué le hace mijita, yo no voy a hacer cosas con su marido.
- Ay don Adán, usted si es… saque la mano… no saque la mano... ay don Adán, yo me dejo robar.
- Eso mijita, apreté, apreté bien.
¡¡¡Gas!!! ¡¡¡Que señora tan cochina!!! ¡¡¡¿Cómo se deja meter mano de don Adán?!!! ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡¿Es que acaso no siente ese olor tan asqueroso?!!!... ¡Adrian, David, vengan vean esto, no lo van a creer! ¡Yo me quedé ciego!
- ¡Págale baño vieja cochina!
- ¡Don Adán, antes báñate!
- Hey, Adrian, David, no los llamé a ustedes para que se pusieran a gritarles cosas, que pena.
- ¡Don Adán, págale inquilinato!
miércoles, marzo 11, 2009
domingo, marzo 08, 2009
martes, marzo 03, 2009
lunes, marzo 02, 2009
TOP 5 De vuelta al laboro
1. 2:30 pm de un sábado. Con cámara en mano, con un chaleco que da un calor ni el tetra hijueputa ya que fue diseñado por rolos que se piensan que otras ciudades distintas a Bogotá son igual de frías, con un micrófono en uno de los bolsillos del chaleco, con un cable de audio para el micrófono en otro bolsillo – siempre se me olvida cómo se llama dicho cable; de audio no sé un carajo-, con una batería extra para la cámara en el bolsillo de atrás del chaleco… tengo asignada la misión de grabar a un grupo de estudiantes que no son de Medellín - que provienen de pueblos de Antioquia o de alguna región remota de Colombia-, a los que se les dará todo un recorrido turístico por la ciudad para eso de que en un futuro sepan donde están parados.
- Hacé tomas cuando se suban al bus.
- Listo.
- Tomas del recorrido en el bus.
- Tolis.
- Tomas de la ciudad.
- Todo es bien.
- Tomas de ellos caminando por la ciudad.
- No problema.
- Y entrevistas.
- De one.
- ¿No tenés calor con ese chaleco? Si yo estoy de blusa de manga sisa y estoy que me muero.
Pues claro que tengo calor, ¿no me ves sudando a mares?
- No, nada, no tengo calor.
2. Ya acomodados en el bus, uno de los guías habla por un micrófono:
- Levanten la mano los que son de Medellín.
Nadie levanta la mano, ¿acaso nadie le avisó al guía que en el bus, aparte de los que no vamos en plan turístico sino de laboro, no hay nadie de Medellín? Mmmm.
- No hay nadie, pero bueno. Muchachos, los que somos de aquí apenas si sabemos que Medellín tiene himno. Entonces lo primero que vamos a hacer es escucharlo ¿les parece bien?
No, a mi no me parece bien, pero no os preocupéis por mí, solo vine a trabajar.
- Escuchen el himno con atención, les va a gustar.
“Te saludo ciudad de las flores, donde siempre yo quiero vivir, tierna cuna de eternos valores, noble y bella ciudad Medellín. En la espalda de tus silleteros Dios ha puesto la más linda flor…”
Una mierda de himno.
3. El primer sitio a visitar es el Barrio Moravia – anteriormente basurero municipal-, luego sus alrededores y más tarde los barrios limítrofes a este. En el barrio El Bosque, en un sector del que no me acuerdo cómo putas se llama, antiguo lugar de prostitución en Medellín, una de las guías señala una casa:
- ¿Ven esa casa? ¿Sí, la ven?
- Siiii, la vemos.
- Bueno, ahí perdió la virginidad el Maestro Fernando Botero.
¡Toda mi vida esperé por un dato como ese! ¡Ya me puedo morir en paz! ¡Ya sé dónde perdió la virginidad Fernando Botero, ese señor que se tapó en la plata por pintar y esculpir gordas! ¡Qué cosa tan importante no sólo para Medellín, Colombia, sino para el resto del mundo!
4. Siguiente sitio: La casa museo del maestro Pedro Nel Gómez, ubicada en el barrio Aranjuez.
Ya con mi trabajo hecho por el momento, espero sentado en la entrada de la casa museo. Me enciendo un cigarrillo, maldigo por millonésima vez el calor que hace, miro para mi lado derecho y veo que directamente hacia mí, viene un muchacho que con toda notoriedad tiene el síndrome de Down. En el pasado he solido lamentar una situación como esta; una vez un señor con síndrome de Down se me acercó, me dijo que le mostrara las llaves de mi casa, se las mostré, las tomó en sus manos, las miró por un rato y sin más las lanzó al techo de una casa - una hora me llevó recuperar mis llaves, una hora el señor se rió a carcajada limpia, casi ahogado, mientras me señalaba y decía: bobo, bobo, bobo, bobo-. Pero es muy tarde para escapar, así que me quedo sentado. El muchacho con síndrome de Down, vestido con un chaleco café, una camisa blanca, pantalones de pana, zapatos negros y gafas estilo John Lennon se para delante de mí.
- Quiubo.- me dice.
- Qué más pues.- le digo.
- Bien o no.- me dice.
- Bien, ¿y cómo va todo?- le digo.
- Bien. Vine a ver la película, me gustan mucho las películas.- me dice.
- A mí también me gustan mucho las películas.- le digo.
- Me he visto todas las películas que presentan aquí.- me dice.
No sé que responderle, así que nos quedamos por varios segundos en silencio.
- La que me gustó más fue Furia de Titanes.- me dice.
- Juepucha, no me acordaba de esa película, recuerdo que cuando era niño me gustaba mucho. – le digo.
- Me gustó mucho Perseo matando a Medusa.- me dice.
- Me acuerdo de esa escena.- le digo.
Él se me queda mirando.
- ¿Vino a ver la película o a filmar?- me pregunta señalando la cámara que tengo en mi regazo.
- A filmar.- le digo.
- ¿Usted hace películas?- me pregunta.
- Esto es para televisión. – le respondo.
- Yo quiero hacer películas, me gustan mucho las películas. – me dice.
- Yo también las quiero hacer.- le digo.
- ¿Y por qué no las hace? – me pregunta.
No sé qué responderle y opto por mirar al piso.
- ¿No sabe si ya empezó la película? – me pregunta
- Creo que sí. – le respondo.
- Ah, bueno, hasta luego. – me dice.
Salvó la tarde.
5. Siguientes sitios: El Jardín Botánico y la plaza de las esculturas del que ya sé dónde perdió la virginidad.
Creo que nunca antes había estado de día en el jardín Botánico, si así fuera tendría por lo menos que haber sabido que es toda una tradición que las quinceañeras de Medellín se hagan todo un estudio fotográfico en dicho sitio. Por doquier ves quinceañeras posando para la cámara del fotógrafo contratado, la cámara digital de la mamá de la quinceañera, la cámara del teléfono celular de la prima de la quinceañera que se fue de pata a ver cómo es que era la vuelta, y las cámaras de los amigos que también fueron a los mismo que la prima. Además también, para un buen contraste, ves a muchas mujeres de la tercera edad haciendo gimnasia.
Preguntas: ¿Por qué los vestidos de las quinceañeras tienen que ser tan feos? ¿Por qué todas la viejitas llevan el pelo corto? ¿Por qué las viejitas ya no se tiñen el pelo de morado? ¿A quién carajos le gustan las esculturas y las pinturas de Fernando Botero?
- Hacé tomas cuando se suban al bus.
- Listo.
- Tomas del recorrido en el bus.
- Tolis.
- Tomas de la ciudad.
- Todo es bien.
- Tomas de ellos caminando por la ciudad.
- No problema.
- Y entrevistas.
- De one.
- ¿No tenés calor con ese chaleco? Si yo estoy de blusa de manga sisa y estoy que me muero.
Pues claro que tengo calor, ¿no me ves sudando a mares?
- No, nada, no tengo calor.
2. Ya acomodados en el bus, uno de los guías habla por un micrófono:
- Levanten la mano los que son de Medellín.
Nadie levanta la mano, ¿acaso nadie le avisó al guía que en el bus, aparte de los que no vamos en plan turístico sino de laboro, no hay nadie de Medellín? Mmmm.
- No hay nadie, pero bueno. Muchachos, los que somos de aquí apenas si sabemos que Medellín tiene himno. Entonces lo primero que vamos a hacer es escucharlo ¿les parece bien?
No, a mi no me parece bien, pero no os preocupéis por mí, solo vine a trabajar.
- Escuchen el himno con atención, les va a gustar.
“Te saludo ciudad de las flores, donde siempre yo quiero vivir, tierna cuna de eternos valores, noble y bella ciudad Medellín. En la espalda de tus silleteros Dios ha puesto la más linda flor…”
Una mierda de himno.
3. El primer sitio a visitar es el Barrio Moravia – anteriormente basurero municipal-, luego sus alrededores y más tarde los barrios limítrofes a este. En el barrio El Bosque, en un sector del que no me acuerdo cómo putas se llama, antiguo lugar de prostitución en Medellín, una de las guías señala una casa:
- ¿Ven esa casa? ¿Sí, la ven?
- Siiii, la vemos.
- Bueno, ahí perdió la virginidad el Maestro Fernando Botero.
¡Toda mi vida esperé por un dato como ese! ¡Ya me puedo morir en paz! ¡Ya sé dónde perdió la virginidad Fernando Botero, ese señor que se tapó en la plata por pintar y esculpir gordas! ¡Qué cosa tan importante no sólo para Medellín, Colombia, sino para el resto del mundo!
4. Siguiente sitio: La casa museo del maestro Pedro Nel Gómez, ubicada en el barrio Aranjuez.
Ya con mi trabajo hecho por el momento, espero sentado en la entrada de la casa museo. Me enciendo un cigarrillo, maldigo por millonésima vez el calor que hace, miro para mi lado derecho y veo que directamente hacia mí, viene un muchacho que con toda notoriedad tiene el síndrome de Down. En el pasado he solido lamentar una situación como esta; una vez un señor con síndrome de Down se me acercó, me dijo que le mostrara las llaves de mi casa, se las mostré, las tomó en sus manos, las miró por un rato y sin más las lanzó al techo de una casa - una hora me llevó recuperar mis llaves, una hora el señor se rió a carcajada limpia, casi ahogado, mientras me señalaba y decía: bobo, bobo, bobo, bobo-. Pero es muy tarde para escapar, así que me quedo sentado. El muchacho con síndrome de Down, vestido con un chaleco café, una camisa blanca, pantalones de pana, zapatos negros y gafas estilo John Lennon se para delante de mí.
- Quiubo.- me dice.
- Qué más pues.- le digo.
- Bien o no.- me dice.
- Bien, ¿y cómo va todo?- le digo.
- Bien. Vine a ver la película, me gustan mucho las películas.- me dice.
- A mí también me gustan mucho las películas.- le digo.
- Me he visto todas las películas que presentan aquí.- me dice.
No sé que responderle, así que nos quedamos por varios segundos en silencio.
- La que me gustó más fue Furia de Titanes.- me dice.
- Juepucha, no me acordaba de esa película, recuerdo que cuando era niño me gustaba mucho. – le digo.
- Me gustó mucho Perseo matando a Medusa.- me dice.
- Me acuerdo de esa escena.- le digo.
Él se me queda mirando.
- ¿Vino a ver la película o a filmar?- me pregunta señalando la cámara que tengo en mi regazo.
- A filmar.- le digo.
- ¿Usted hace películas?- me pregunta.
- Esto es para televisión. – le respondo.
- Yo quiero hacer películas, me gustan mucho las películas. – me dice.
- Yo también las quiero hacer.- le digo.
- ¿Y por qué no las hace? – me pregunta.
No sé qué responderle y opto por mirar al piso.
- ¿No sabe si ya empezó la película? – me pregunta
- Creo que sí. – le respondo.
- Ah, bueno, hasta luego. – me dice.
Salvó la tarde.
5. Siguientes sitios: El Jardín Botánico y la plaza de las esculturas del que ya sé dónde perdió la virginidad.
Creo que nunca antes había estado de día en el jardín Botánico, si así fuera tendría por lo menos que haber sabido que es toda una tradición que las quinceañeras de Medellín se hagan todo un estudio fotográfico en dicho sitio. Por doquier ves quinceañeras posando para la cámara del fotógrafo contratado, la cámara digital de la mamá de la quinceañera, la cámara del teléfono celular de la prima de la quinceañera que se fue de pata a ver cómo es que era la vuelta, y las cámaras de los amigos que también fueron a los mismo que la prima. Además también, para un buen contraste, ves a muchas mujeres de la tercera edad haciendo gimnasia.
Preguntas: ¿Por qué los vestidos de las quinceañeras tienen que ser tan feos? ¿Por qué todas la viejitas llevan el pelo corto? ¿Por qué las viejitas ya no se tiñen el pelo de morado? ¿A quién carajos le gustan las esculturas y las pinturas de Fernando Botero?
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