5. Estoy parado en el balcón de mi casa, tengo un cigarrillo encendido en los dedos y voy por la mitad de una muy helada cerveza Heineken. El día está nublado y se vaticina un solemne aguacero como el de ayer, como el de ante ayer. Los transeúntes corren en la calle prestos para abrir sus paraguas cuando caiga la primera gota de agua, desde mi balcón los veo como hormigas, el tamaño de sus cabezas lo comparo con mi dedo meñique de la mano derecha, mi dedo meñique es más grande, más portentoso. Mi dedo meñique es deforme; me lo dañé jugando baloncesto hace años. El humo de mi cigarrillo se mezcla con la neblina de la ciudad ¿Medellín con neblina en esta parte del centro? No, no es neblina, es polución. Le doy una bocana al cigarrillo y pienso en el fin del mundo.
4. La idea del fin del mundo sigue anclada en mi cabeza cuando salgo a la calle a abastecerme de más alcohol, está vez no voy por cerveza, quiero algo más fuerte, quiero ron. Es de noche y camino por Girardot rumbo al parque del periodista, tengo la esperanza de que me voy a encontrar a alguien conocido allá, alguien que me acompañe a tomarme los tragos, pero si no me lo encuentro me da igual, igual estoy de plan alcohólico, bebo solo o acompañado, esto ya es una rutina. ¿Cómo será el fin del mundo?, ¿Una explosión?, ¿Una implosión?, ¿Un desierto infinito?, ¿Un infarto? Mi corazón algún día se va a expresar: “Hey tu, bájale al cigarrillo y al alcohol, no te voy a durar para siempre, estoy débil ¿no ves que ya no palpito como antes?” y de repente ¡Zas! “esta boca ya no es mía”, se va a quedar tieso el pobre. Por lo pronto mis labios tararean una canción de Robot bajo el Agua: “Mientras camino pienso y mientras pienso camino, mientras camino y pienso siento y me siento vivo…”
3. Coloco el trabajo Bossanova de Pixies en el equipo de sonido, salto hasta la canción seis (Ana) y me siento en uno de los sillones de la sala. Miro hacia el techo, comienzo a mover mi cabeza al ritmo de la canción: “She´s my fave undressing in the sun return to sea-bye…”. Si ésta fuera la escena de una película y yo la dirigiera, la cámara se alejaría lentamente en un travelling hacia atrás hasta salir de la casa. En voz over se escucharía: “Soy un desastre, pero que bueno es escuchar a Pixies”. Estiro el brazo y agarro la botella de ron que está sobre la mesita de la sala. De un tirón me bebo menos de un cuarto de ese líquido exquisito y me enciendo un cigarrillo. Nunca aprendí a hacer circulitos con el humo, pero igual los intento hacer, el resultado es el esperado: humo y humo repartido en todas las direcciones dependiendo del viento. ¿Algún día el hombre habitará otro planeta? Que sea un planeta donde abunde el tabaco, un planeta sólo de fumadores o si no que los que no fuman no se quejen porque el humo esto y lo otro. Cáncer de pulmón, ese también puede ser el fin del mundo, un final doloroso, llamativo y notificado: Tienes tantas semanas de vida. Y quizás, por tratar de vivir lo que no viví – lo que no se me perdió-, me tire en paracaídas. Wiiii, en el aire un infarto y fue.
2. – Y bien, este es nuestro personaje ya crecido: un tipo bajito, negro, gordito, que viste de la manera más poco llamativa posible porque simplemente se viste con lo que primero encuentra en el armario, un tipo que bebe como si no hubiera un mañana, que enciende un cigarrillo tras otro, que es imprudente cuando habla y cada vez que va emitir alguna palabra gaguea. El tipo trabaja en televisión y lo que mejor hace es la cámara; es feliz cuando tiene una cámara en sus manos, es feliz socavando la vida de los otros mediante la óptica – enfoca, desenfoca, hace zoom in, zoom out. Elije la temperatura a grados Kelvin que quiere utilizar y sitúa el diafragma a su agrado, encuadra y fue, “se te roba el alma”-, pero póngalo usted delante de un lente y no le gusta para nada, frunce el ceño y se quiere matar, no le gusta que lo estén mirando. Nuestro tipo es un buen camarógrafo, pero últimamente su trabajo se está viendo afectado porque su pulso le está fallando, sobre todo cuando en sus manos tiene esas cámaras que son chiquitas. Nuestro personaje además tiene delirios de guionista, sin embargo es conciente que nunca va a escribir algo para el agrado de las masas ni para el agrado de los que dicen sólo ver cine serie B, se sabe un tipo del medio…
- Epa, pará, no quiero saber más sobre ese tipo. Además ¿quién sos vos y por qué estás en mi casa acariciando a mi gata Astrid?
- Soy tu amigo imaginario. Últimamente siempre te acompaño ¿no te has dado cuenta?
- Lamento decirlo pero sí me he dado cuenta. La última vez te me apareciste en la finca de Luís, y lo que es peor, te me apareciste delante de Luís y Sandra, ellos creían que estaba loco, estabas sentado en una de las sillas mecedoras.
- Sí, te sonreía.
La locura, otro buen fin del mundo, sobre todo si tienes un amigo imaginario psicópata.
1. Hace frío debajo de las cobijas, doy vueltas en la cama hasta quedar boca abajo, hundo mi cabeza en la almohada y cuando ya casi se me acaba el aire levanto la cabeza. Me pongo boca arriba y abro los ojos, en mi cabeza está la letra de la canción Ich liebe dich de Robot bajo el agua (esa banda argentina es adictiva): “… Dormimos separados y por un momento soñé que soñábamos lo mismo y al mismo tiempo…”. ¿Qué soñaran los que se mueren cuando duermen momentos antes de su muerte? ¿Verán la luz al final del túnel y ellos creyendo que están soñando no dudan en caminar hacia la luz? ¿Soñaran que visitan todos los lugares donde estuvieron?. Una escena del pasado mezclada con mi entelequia del momento viene a mí: Es de día y en Belén Rincón –mi antiguo barrio- estamos en mi habitación Marcela Gallo y yo, yo estoy sentado en la cabecera de la cama y abrazo mi almohada, Marcela está acostada atravesando la cama de lado a lado e intermitentemente nos miramos fijamente sin decirnos nada, ella me levanta una ceja y yo sonrío, puede que el mundo se esté acabando allá afuera, que esté explotando la bomba atómica, pero transcurren los minutos y las horas y seguimos en las mismas posiciones. Si se acaba el mundo en este momento, yo sin poderme dormir voy a estar mirando el techo de mi habitación.
“Nos dimos un abrazo y por un momento sentí tu corazón latiendo al mismo tiempo que el que yo tengo. Cosquillas en todo el cuerpo sentí y me quedé pensando…”
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2 comentarios:
También te quitaba la cobija..
Claro, la manía de quitarme la cobija y hacerme aguantar frío.
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