De golpe y porrazo, de lunes a viernes, al medio día y a las seis y media de la tarde, minutos antes de irme para el colegio y minutos después de mi llegada al hogar mentándole la madre a los profesores que mandaron a hacer tarea, me vi parado como búho que lo observa todo en el corredor de la casa de mi abuela Mariela. ¿Y qué en qué se entretenían los ojos de este su servidor búho parado allí en el corredor? Pues en el desfile de colegialas que iban o venían de los colegios el Carmelita Arcila, el Lucrecio Jaramillo, el Salazar y Herrera, y otros que con esta memoria cada vez más desmemoriada por los “quehaceres de la vida” no me acuerdo, aunque si te digo, en la retina de mis ojos todavía está grabada toda la gama de colores de todos esos uniformes colegiales, rojo, rojo más oscuro, verde, blanco, anaranjado, azul claro, azul oscuro, más rojo, más blanco, más azul. No es que tuviera fantasías carnales con respecto a las educandas porque ni siquiera sabía que era entregarse, horas y horas encerrado en un baño o donde nadie te viera, a la ilusión de lo que es el sube y baja, el dale que te doy con ahínco y sin parar y hasta el infinito y más allá hasta que doliera y tuvieras ojeras y parecieras enfermo terminal… entendieron. Es solo que el olor a fresitas y cosas así de las niñas, la manera de pavonearse, la manera en cómo te hablaban, la manera bizarra en que el viento de puro metido siempre se empeñaba en volearles el pelo cuando tu las mirabas – inclusive cuando ni siquiera estaban en un exterior-, la manera en que sus gestos te daban tres bofetadas, pues, pues, pues, con todo lo cursi que suena y se lee, la vida empezó a ir en cámara lenta, para luego irse lo más rápida posible cuando ellas no estaban. Las colegialas cumplían con que mí tiempo durara eternidades en el compendio del medio día y las seis y media de la tarde, y eso me molaba cantidades.
No sé en qué período me empezaron a afectar las niñas con intereses pura y llanamente lascivos, pero sí sé qué antes de eso veía a varias niñas de mi edad mirarse el pecho cada dos segundos, esperando, según yo, que les creciera. Igualmente sé que antes de eso para mí las tetas eran adminículos expresamente para amantar niños recién nacidos, y sé que antes de eso ya una niña me había roto, desangrado, pisoteado, empalado el corazón en una cruz en lo alto de la montaña que rodea al barrio Belencito Corazón, y lo mejor, ella ni se dio por enterada. Vaticinando lo qué sería de mi vida amorosa por el resto de mi adolescencia: ir al matadero, destrozarme el corazón yo solito, sin que nadie me dijera y sin ayuda (mero el pato, papá). Si no es que a mí se me trababa la lengua y mejor prefería ni siquiera saludar (al punto que me creían un prepotente y un mala clase de mierda) frente a esa chica que me gustaba, o una de dos, las mujeres a las que les ponía el ojo o tenían novio miliciano o, querían tener novio miliciano; que por ese entonces ser miliciano era lo más chido y último en juguetes de un barrio marginado en Medellín – ahora está de moda ser paramilitar, pero ese es otro cuento, a esos les corro ahora, antes no les corría, a esos los veo ahora en la televisión, Internet, revistas y periódicos encarnando a un tipo muy bajito, de gafas, aguardientero, peligroso, paisa, mentiroso, camorrista, mete patas, tira bombas de humo para sacar las patas, pero antes no, para mí no existían, y eso que nacieron mucho antes de que yo naciera y eso que crecieron de la mano de Pablito Escobar y eso… (Ah, pero mentiras, según nuestro gobierno los paramilitares ya se extinguieron, y a nuestro gobierno Santos hay qué creerle *guiño de ojo*). Antes les corría como a alma que se la lleva el señor Satán a la Chinga, el Bizco, León, el Mono, el Pecoso, el Zarco, el Brayan, etc. todos ellos milicianos muy serios, comprometidos con la causa de auto-reducirse y reducir la sobrepoblación local a punta de plomo en la frente y delante de todos (no sabían qué por cada “cristiano” que se despachaban y por andar de pipi locos con los delirios de grandeza que proporcionan el tener un arma en las manos, ellos mismos contribuían con la sobrepoblación preñando, dejando fuera de forma, condenando a una vida del carajo a sus novias de catorce o quince años, porque es que así es el negocio en un barrio marginado, pero ese es otro cuento…). Cuando comprendí que esas niñas miradoras seriales de su pecho esperaban con ansiedad el momento en que sus tetas empezaran a crecer (viste qué era cierto), cuando comprendí en qué no veía el momento en que se les pusieran como melones, cuando después de ver a una mujer caminando por la calle con sus tetas danzando hacia arriba y hacia abajo y no se hacía esperar una erección, cuando las niñas me empezaron a afectar lujuriosamente sé que llegó a mí la pornografía. Y me llegó en forma de revistas Macho.
“Cierto que está muy pálido, pobre niño, no come bien, tiene problemas”
Rubias
Peli negras
Negras
Morenas
Asiáticas
¡Todas con las piernas abiertas!
“Pobre niño, pobre niño”
Calcado de una foto, en paint, por aquel pobre niño (que ya creció).
El nuevo videoclip que les hice a mi banda amada Neoplatonics, espero les
guste.
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El nuevo videoclip que les hice a mi banda amada Neoplatonics, espero les
guste.
Hace 4 días.
8 comentarios:
uy que es esa sabrosura???
que buen calcado..en paint?? puta te odio!! XD
hey tu post me puso horny hornyyyyy
O la cerveza?!
ey, esa ilustración está una completa elegancia
Hey...qué bien calcado ma men...tesuer...
ms. martin: jajajaja
diego: gracias home
terre: ajá, bien calcado
buena, buena la historia, y el dibujo.. increible que sea en paint.
jaja
me gusta como escribis
sos detallista.
:)...
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