Años 80´s o quizás principios de los 90´s, en un fin de semana en Belencito Corazón - barrio de la comuna 13 en la ciudad de Medellín-, al frente de la ya extinta tienda de Orlando en la cuadra La Primera, al otro lado de la calle, justo en la hierba que da inicio al convento de la Madre Laura; Don José, personaje célebre del barrio, con su típico vestir -un sombrero gris, unas gafas culo botella estilo John Lennon, una ruana café, una camisa blanca, un pantalón de pana color vino tinto y unas alpargatas de cuero - yacía acostado a sus largas y anchas. Llevaba allí por lo menos la mañana y la tarde. A través de su bigote blanco se percibía que sonreía. No movía un dedo. No pestañeaba. Nadie lo saludaba. Y si le gritábamos “¡Don José, a dormir donde lo trasnocharon!”, “¡Don José, ¿no le da pena andar borracho a estar horas?!”, “¡Don José, usted tan viejo y en esas!”, él igual no se inmutaba. No faltó el que con bicicleta le saltara por encima: “Don José, quédese así que ya vengo, voy por una rampa alta a la casa y así me lo salto a usted y a Mico que se va a acostar al lado suyo”.
Insolado, morado, hinchado, oliendo maluco, la morgue… dos días después el que no fue al entierro de Don José comentó: “Ve, y yo que lo vi dormido, pero no quise despertarlo”
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5 comentarios:
mierda,este blog aun vive.
saludes.
Aónimo,apuesto que si tienes blog no publicas tanto como en este se hace.
risis
quiza es mejor morir en un accidente ruidoso
vilma: risis
Charles: no sé, creo que es mejor pasar desapercibido
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