1. Se levantó de la silla donde estuvo sentado por más de diez minutos - En ese lapso de esos diez minutos se comió las uñas de las manos, por nada le faltó comerse las de los pies. En esos diez minutos, se mordió el labio inferior una y otra vez, casi se queda boquineto a la inversa. Sus ojos y sus parpados parecían estar de rumba en una discoteca, no paraban de “retina se dilata, retina no se dilata”, sus parpados no paraban de parpadear-.
2. Caminó a paso lento, atravesó la hilera de sillas que tenía al frente – en las que estábamos sentados nosotros, sus compañeros- y de repente, cuando ya estuvo parado al lado de nuestro profesor, paró de caminar; si esa situación fuere una película, habría primeros planos, planos medios, travelling y esas cosas.
3. Nuestro profesor dio tres pasos hacia atrás de manera estratégica, como si, tiempo lejano, ya lo hubiera ensayado y planeado: “cuando el tipo demente que asiste a mi clase se levante de su silla y camine hacia a mí, yo doy tres pasos atrás, después ya no sabré qué hacer”. A nuestro profesor se le cayó la tiza de la mano derecha, frunció el ceño, abrió la boca, gritó silencioso: “¡Vaya loco de mierda!”; su tez se puso más blanca que el marfil.
4. Él, mirando a nuestro profesor fijamente a los ojos, le asestó un puño en la cara, un golpe de puta madre; Recuerdo ese sonido del puño en contacto con la nariz del profesor, un sonido seco y quebrado, sin eco – recuerdo también que el profesor cayó de rodillas en el piso mientras se mandaba sus manos a cubrirse su nariz por la que un chorro de sangre manaba como cascada del Niágara (cascada en la que nunca he estado, valga la aclaración)-.
5. Yo ese día tenía una resaca que no te imaginas, casi, puedo decirlo, que estaba borracho. En ese momento no entendí por qué nuestro compañero cristiano acérrimo le pegó a nuestro profesor que hablaba, casi con idolatría, sobre Frederick Nietzsche. Pero luego, ya ves, lo asimilé. Más tarde, en ese día, bebí con ese compañero; él se bebió dos Coca-Colas, yo cinco cervezas. Le dije: “Ser cristiano es lo mismo que ser fanático de Nietzsche”. Y bueno, gracias a ese compañero tengo hoy la nariz rota.
* Dedicado a ese profe que hablaba fanáticamente de Nietzsche que le rompieron la nariz, y al amigo que me contó esta historia
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2 comentarios:
Oh sí, son exactamente lo mismo.
síii, lo que son los fanáticos
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