1. Llovía a cantaros. Me levanté, sin dormir casi nada, a las 5:20 am. Me sentí del carajo.
2. Seguía lloviendo a cantaros. Tenía salida a Santa Fe de Antioquia a las 8:00 am, llegué a la oficina donde laboro a las 7: 15 am: bien cumplido recogí los equipos de mi trabajo, me dirigí al sitio donde me estaba esperando el transporte, y esté no llegó sino hasta las 8:20 am. Me sentí del carajo.
3. Siguió la lluvia. Para ir a Santa Fe, tocó esperar a la demás gente que iba conmigo, que no llegó sino hasta las 9:10 am. Los odié porque no madrugaron como sí lo hice yo. Me sentí del carajo.
4. El día transcurrió: en Santa Fe ni siquiera me ofrecieron un café, llegué de nuevo a Medellín a las 2:00 pm, almorcé a las 2:30 pm – ya la gastritis me mataba-, luego hice más labores sin importancia, pero que ocupan demasiado tiempo, hasta las 8:00 pm. Me sentí del carajo. Y el terminar de mi noche fue y es lo peor. Me siento del carajo, abatido, sin ganas de absolutamente nada.
5. Tarde en la noche: El absurdo es un ente que se va alimentando de ti: con él naces, no se despide de ti cuando estás creciendo, creces y de repente te da una palmada en la espalda:
- Un gran amigo, siempre he estado junto a ti. – dice el absurdo.
- Te conocí alguna vez, creo – dices-. Ahora que te vuelvo a ver.
- Es que siempre me has conocido, la vida tuya y la de los demás están conectadas: un absurdo con otro absurdo son complemento, y luego nada se resuelve y te mueres.
Mi día, así lo siento, interpretalo:
foto: Byron Vélez en el día de ayer
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