1. Inseguro, distraído, torpe, lerdo, sin aire, con la mirada indecisa entre el cielo y el pavimento, con desespero, sudando a chorros, temblando, maldiciendo, casi arrodillado, sin esperar a que la luz del semáforo diera en verde, él cruzó la gran Avenida San Juan, la cual es conformada por seis carriles - tres en una dirección, tres en la otra-. En dicha proeza, que tan sólo duró unos segundos; esquivó por los pelos a una moto, a dos camiones, cinco automóviles y trastabilló y perdió el equilibrio. Evitando caerse de bruces contra el asfalto, sin querer, hizo un bailecito algo graciosillo y simpático para cualquier espectador que haya contemplado la escena; recibió insultos y gestos obscenos a través de varias ventanillas; recordó entera toda su vida; el zumbido de los vehículos al pasar por el frente de su cara fue una buena banda sonora. Pedro, así se llamaba, logró llegar a la otra orilla sano y salvo y con una sonrisa nerviosa en la boca y en los ojos. Pensó para sí mismo, casi balbuceando “Mierda Pedro, de la que nos hemos salvado”. Minutos después, de golpe, falleció. Cuando llevaron su cuerpo inerte al hospital dijeron “Ataque al corazón, además: golpe directo contra el piso y su cuerpo se desangró”.
2. Rosa, vendedora ambulante de confites y música pirata en un semáforo, que recibió un curso de primeros auxilios en el colegio, y desde eso se obsesionó con ello, al punto de presentarse cinco veces a una universidad pública para estudiar medicina, pero sin ningún éxito; vio cuando Pedro se desplomó de bruces en el adoquinado de la acera. Corrió de inmediato para socorrerlo, no obstante aseguró bien primero sus confites y su música dentro de una alcantarilla pensando “luego, estos que limpian los vidrios en los semáforos no me los van a robar, ya ha pasado”. Pedro, que cayó de narices, se desangraba en el piso. Rosa, por la rapidez de ayudarlo, tocó la sangre.
- Mierda, ¿y si este tiene Sida?- dijo en voz alta.
- Tranquila, si usted es contagiada, y lo sabemos en los primeros días no hay problema, es sólo aplicarle varias inyecciones.- dijo un paramédico salido de quién sabe dónde.
- ¿Y usted de dónde salió?- preguntó ella.
- Hace rato la ambulancia estaba parada en el semáforo, ¿no la vio?- dijo el paramédico.
- No, para mí cualquier carro es indiferente, ya sea que tenga sirenas como las de la ambulancia, que apenas las noto, o como de la policía.
- No somos lo mismo.
- ¿No?, vea, está dejando morir a este tipo mientras habla conmigo.
3. Voy caminando hacia mi casa, últimamente eso hago: caminar; ya he terminado mí laboro del día de hoy, y oigo sirenas. Más tarde, al pasar por la gran vía veo a un cuerpo inerte y a una señora arrodillada ante él hablando con unos policías y unos enfermeros, les pongo nombre: Pedro y Rosa. Me digo balbuceando: “En Medellín sí que pasan cosas.”
4. Pensamientos mientras voy con la vista fija en una licorera que hay por mi casa: “La cerveza y el guaro no rezan”, “La birra y el ron dan: Bi-Ron”
5. Caminando por la calle, llegando a mi casa, me pegaron un balonazo, el niño que me lo pegó me dijo “perdón, don”. Llegué a la casa, me miré en el espejo y fue algo triste, me di cuenta qué vio en mí el niño ese (ya lo odio, así no lo recuerde), y evocó un comentario de mi actual ex. Y ya no sé qué más me dolió, si el balonazo o que en verdad ya tengo cara de “don”. Carajo, ya me veo viejo.
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