Estás solo, escuchando música en tu habitación, borracho, dale que dale al ron, colapsado, fumado y re fumado: tú, hermoso, perdedor, aburrido, bobo, trastornado…
1. Mueves la cabeza de arriba hacia abajo y hacia los lados al ritmo de lo que esté sonando en el momento, así sea sólo el ruido de un carro afuera en la calle. Imaginas que tienes una guitarra en las manos.
2. Entrecierras los ojos, bailas, te crees Ian Curtis, y de vez en cuando miras de soslayo a la pared de tu habitación: en ella se ve tu sombra: va al ritmo de ti, tienes pareja.
3. Agarras alguna cosa que se parezca a un micrófono – la cubierta del cepillo de dientes-, dices en voz baja cualquier vaina que según tú se puede decir antes de cantar una canción: “Hello…”
La audiencia femenina grita: ¡Quiero un hijo tuyo!
4. Tarareas en voz alta cualquier cosa que según tú es una canción: ¡asgadfgagsdgasdgasdg!. ¡Esooooo hijueputaaaaaa, carechimba gonorrea! ¡sdgasdghiubhasdf…
La audiencia femenina dice “¿Qué?”, y la audiencia masculina que al parecer sí entendieron dicen: “¡Así eeeees!”
5. En el piso de tu habitación, de beber ron y saltar y gritar y mirar mucho hacia el piso blanco te quedas dormido, o mejor dicho, te desmayas: igual a esas estrellas de rock.
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