5. Mi tío Ramón, el hermano menor de mi mamá, llegaba siempre a eso de las 6:00 de la tarde. Nosotros, mi primo Adrián y su hermano David - los sobrinos mayores de la familia- siempre, faltos de la noción del tiempo y con la incertidumbre típica de un niño de 11, 9 y 6 años, lo esperábamos en el corredor de la casa una hora antes. Jugábamos a piedra, papel y tijera, y apostábamos a que “hoy si era el día”. No veíamos la hora de su llegada y acosábamos a nuestras tías, la que hubiera por ahí merodeando, con la pregunta “¿Y si dijo que venia temprano?” y luego mirábamos y mirábamos los buses que pasaban de largo hacia el barrio El corazón. Cuando un bus o buseta paraba a dejar un pasajero al frente de la casa aguzábamos los ojos con más ahínco de lo normal y si él no bajaba de aquel bus o buseta la inquietud se hacia cada vez más magna. Cuando finalmente él llegaba, totalmente desentendido del asunto, y entraba en la casa mirándonos de reojo diciéndonos “Que hubo pues”, siempre tardábamos varios segundos, a veces minutos, a veces horas, en convencer a David, el menor de los tres, para que le hiciera la gran pregunta “¿Tío, si trajo el libro que nos prometió?” y entonces él, a veces, asentía…“Sí, traje el libro, pero esta vez no les traje ni a Tintín ni Astérix ni Los viajes de Gulliver, ya van a ver el libro, les va gustar” (Ese famoso libro fue La historia Interminable de Michael Ende y lo leímos extasiados, en varias tandas, acuchuchados en el piso de abajo, en el que en un tiempo fue el taller de mi abuelo Marcos. El libro que le aconteció fue Momo del mismo autor, y pare de contar, nunca más hubo libros, al menos no leídos en grupo)
4. Corríamos de aquí para allá por toda la casa jugando a los pistoleros con nuestras pistolas improvisadas ya sea un palo, un tubo PVC o un cepillo de dientes. Olíamos a babas de tanto hacer ¡Bang! ¡Prufs! ¡Cata boom! pero no nos importaba, sea como sea David y yo, miembros del mismo grupo de forajidos, queríamos cazar a Adrián, el que haciendo autoridad de primo mayor siempre era el Sheriff. Adrián siempre tenía las mejores armas, se inventaba granadas que te podían matar sin lanzarlas, bazucas que funcionaban como boomerang y te asesinaban por la retaguardia, y siempre que una bala le pegaba en el pecho le rebotaba porque tenía chaleco antibalas o, justo agarraba la bala con los dientes como en esa serie de TV Sledge Hammer. A veces Adrián se escondía en el taller de mi abuelo Marcos y nosotros para ir a buscarlo bajábamos a hurtadillas. Mi abuelo Marcos en ese entonces tenía la costumbre de sacar una silla plegable hasta la puerta del taller, mandar por una limonada Postobon a la tienda de don Miguel y sentarse en la silla a contemplar la gente que por allí pasaba. Minutos después mi abuelo se quedaba dormido y nos daba pesar despertarlo. (Nuestro abuelo nos caía muy bien)
3. El tío Sergio era uno de nuestros favoritos. Él era la clase de tipo que llegaba a la casa con regalos para sus sobrinos – en ese entonces éramos Adrián, David y yo-. Siempre llegaba con Cassetes, invitaciones para el cine, bimbambolas de cocacola, álbumes de figuritas de lo que se fuera a llenar que todavía no habían salido al mercado, etc... Como él no trabajaba en la ciudad sino en un pueblo – en el Inderena de San Carlos- nuestras tías nos avisaban dos, tres o cuatro días antes de su llegada. Nosotros como locos anidábamos en el corredor de la casa un día, dos días, tres días, cuatro días hasta que él apareciera. Él también nos llevaba al zoológico, al parque Norte, y por lo regular nos llevaba a los partidos de Fútbol del Inderena en Villatina – cuando existía Villatina- donde casi siempre veíamos perder a su equipo por goleada. (Recuerdo muy bien la vez de las bimbambolas: él llegó con dos blancas y una negra, y las repartió como el creyó que era justo, o sea, la negra para mí y las dos blancas para los dos hermanos. Pero Adrián no quería una blanca, quería la negra y armó jaleo. A mi abuelo Marcos le tocó aflojarse la correa y amenazarlo con pegarle una tunda. Adrián igual se quedó con la bimbabola negra y les puedo decir que fue la primera en dañarse. Luego fue olvidada en el solar de la casa mientras las dos blancas gozaban de buena salud en nuestras manos; todo hasta que llegó el Family a la casa de nuestro vecino Jorge Iván - la momia-. No hay bimbambola que le gane a Mario Bros)
2. Mi tío Jaime nos decía con su acento costeño que no se le entendía y nuestra tía Libia nos traducía: “Él dijo que el sábado los va a llevar a ustedes tres a piscina, al Castillo, y que si quieren puede ir la momia”. Nosotros nos parábamos de los pelos, dábamos volteretas, nos abrazábamos y nos amenazábamos con que esta vez el que hiciera el quíntuple salto mortal desde el trampolín o que se tirara desde el segundo piso de cabezas iba hacer el amo y señor de todos por los tiempos de los tiempos. También nos imaginábamos las hamburguesas que nos comeríamos en la barra, las malteadas de chocolate que nos beberíamos al lado de la piscina, la música que escucharíamos en el segundo piso mirando a las niñas – Que en ese tiempo más o menos las odiábamos.- y lo mejor, nos imaginábamos que en un descuido de mi tío Jaime, que para esa instancia ya debería estar un poco subidito de tragos, le sacaríamos plata de la billetera y nos iríamos a jugar maquinitas. (Mi tío Jaime era capaz de gastarse una real millonada en nosotros y no le importaba, tal era que también siempre invitaba a una señora rubia – bastante bonita- a que fuera con sus dos hijos para que se metieran a la piscina, con nosotros – Mis tías decían que esa señora era su amante y que quería a toda costa acomodarle sus hijos, pero vaya a saber si era verdad, no importaba-.)
1. Era sábado en la mañana y mi abuela Mariela nos decía “Despiértense que el abuelo ya los está esperando en el solar para recoger el café” y luego, cuando ya estábamos levantados, bañados y vestidos, nos preguntaba “¿Cuál de ustedes va moler el maíz para la arepas?”. Adrián, David y yo nos mirábamos sopesando: “Moler el maíz no es que sea una cosa muy agradable, ir a recoger el café es mejor, pero están Chamuco y Pacheco – los perros de la vecina doña Delmira – que siempre se pasan al solar y nos quieren morder”. Dada la indecisión, mi abuelo Marcos decidía que Adrián moliera el maíz - por ser el mayor y obviamente con más fuerza- y David y yo le ayudáramos a recoger el café. David siempre que escuchaba ladrar a Chamuco y Pacheco se subía como alma que se la lleva el diablo al palo de guayabas y yo me refugiaba atrás de mi abuelo. Mi abuelo Marcos se moría de la risa, muy sereno recogía una piedra del suelo y espantaba a Chamuco y Pacheco. Luego seguíamos recogiendo café como si nada. (Cuando mi abuelo Marcos murió ya nadie de la casa recogió más café y en el solar rápidamente empezó a crecer maleza. En un desesperado intento de mis tíos por recuperar el solar tumbaron el palo de guayabas y el de naranjas, pero no les sirvió de nada. Tampoco se volvió a moler maíz porque ya las arepas las empezaron a vender en un paquete de 5 en cualquier tienda)
Para los que me preguntan por mi nuevo libro y que dónde lo compran, les
digo que todavía no ha…
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Para los que me preguntan por mi nuevo libro y que dónde lo compran, les
digo que todavía no ha salido, que espero pal otro mes tenerlo en preventa,
y qu...
Hace 2 días.
3 comentarios:
5. En un bosque de la China.
4. Don Nicanor.
3. La Yenca.
2. Un globo, dos globos, tres globos.
1. Tema de la Abeja Maya.
un top por los animados tristes:
5. Mako, la sirena enamorada.
4. No se cómo se llamaba, pero esa de la flor de los siete colores, aunque fue una chafa, realmente ers triste en perspectiva, sobre todo cuando se murió el primer principe.
3. Heidi (esa canción de abuelito dime tu, me parecía triste)
2. Cuando murio el piloto x en meteoro la verdad es que creo que lloré un poco.
1. Cuál otro sino José Miel?
Byr, me disparaste más nostalgia... hace un top happy por favor
lo que pasa es que esa era muy españoleta... home, en el primer comentario, se me olvido poner Cocoguagua... por si no se enteraron, eran canciones de enrique y ana
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