5. La policía hizo el disparo y Hamilton Chica cayó, el pobre recién se subía a la terraza a tirar piedra como todo adolescente que quiere capar clases, igual que yo, igual a los que sólo se subieron a la terraza del Marco Fidel Suárez a arriarle la madre a los policías, a fumar marihuana. Héroe de la revolución estudiantil resultó Hamilton Chica, todavía se ven graffitis que rezan: “Hamilton Chicha aún vive, Yankees go home, abajo el imperialismo”.
4. Muerto Hamilton Chica corrí como alma que se la lleva el diablo por toda la terraza del Marco Fidel. Dado lo cerca que me pasó el disparo tenía en los oídos un zumbido que me imposibilitaba escuchar nada, sólo veía gente gesticular, todo se veía en cámara lenta. La primera voz que escuché fue la de mi primo Adrián que me dijo: “Byron tiene la cabeza ensangrentada ¿y ya se vio los brazos?”. Me toqué la cabeza y en efecto había sangre, me miré los brazos y en efecto estaban llenos de huequitos. De la bala que le dio a Hamilton Chica en la frente me tocaron sus esquirlas, no eran heridas graves pero sangre es sangre y da miedo aquí y en cualquier parte, entré en pánico “¡Me voy a morir!”. Adrián fue mi héroe, me calmó, se desesperó, me bajó de la terraza y agarró a patadas la puerta del consultorio del medico de turno que no me quería atender dizque porque “se los dije, no tiren piedra que sale algún herido”. Por muchas amenazas de Adrián de que lo iba a empalar en las bancas de la cafetería el medico no me quiso atender, y Adrián ideó un plan: buscar una camiseta blanca para sacarme del aquel lugar, una camiseta blanca que le diga a los policías: “salimos en son de paz”. Adrián se consiguió la camiseta blanca, la revoleó al aire para que los tombos (los policías) la vieran, me sacó del Marco Fidel y me llevó al primer centro de salud que se le ocurrió, al centro de Salud del barrio San Javier. Allí llamamos a la casa y esa es otra historia: le dije a mi mamá mentiras. Adrián siempre apoyó mi versión hasta que nos descubrieron por malos mentirosos.
3. Luisa mi prima se tomó dos pastillas para dormir y se puso pálida, verde, muy verde, los labios resecos y el cuerpo tieso, manos y piernas engarrotadas. Cuando mi tía Marién – la mamá de ella- la quiso despertar fracasó, Luisa no se despertó. Mi primo Ignacio – hermano de Luisa- la cargó en brazos, y sin saber que estaba en calzoncillos narizones blancos recorrió Amagá con Luisa en los brazos hasta el hospital. Luisa aún vive, tiene una hija que se llama Linda y admite que se tomó dos pastillas para dormir caballos, dice que no se quería suicidar, que sólo quería dormir, aja. Nunca le dio las gracias a su hermano Ignacio por salvarla.
Así somos los Vélez de Amaga, parece que nadie nos importa, que somos unos hijueputas. A nadie le damos las gracias de nada.
2. “Yo no quiero vivir, me quiero morir” eso dijo mi primo Ignacio hace pocos meses y se bebió un veneno. Luego de beberse el veneno enterito dijo: “No me quiero morir”. Juan Esteban alias Pinky fue el héroe esta vez. Así como Ignacio hizo con Luisa, Juan cargó a Ignacio por todo Amaga hasta llevarlo al hospital, hasta que estuviera bien, hasta que mi tía Marién le dijera "vos sos un hijueputa, como intentaste matarte". ¡Que familia de suicidas somos! Y nunca nos hemos suicidado que es lo extraño, siempre fracasamos en el intento. Ignacio, Luisa y yo supuestamente somos los suicidas de la familia, y la historia sigue, creo que hasta que estemos viejitos, y yo siga publicando un TOP 5.
1. Mi abuelito Marcos, todo un héroe. Luego les cuento la historia de como buscó a su familia por todo el país, el último hermano que encontró lo encontró en el Chocó, en Quibdo.
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1 comentario:
Nuevamente, que familia tan deliciosa.
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