5. Quisiera gritar: ¡hey pendeja, existo y esta es mi despedida! ¡Voy a morir muy joven, pero qué mierda importa, mejor así! ¡Nunca soporté la vida! ¡Solo tu me diste algo en que entretenerme, porque ni los libros tuvieron ese poder! ¡Imagino el letrero en mi lapida: Aquí yace Esteban Carvajal y sin nada de flores! ¡Nada de fotografías con mi cara sonriente, y sin, de fondo, la canción que quisiera que cantaran en mi entierro! ¿Sabes cual canción? ¡“Amor Eterno” de Rocío Durcal! ¡Ojala tú, pendeja, lo hicieras, que cantaras a todo pulmón!: ¡Tú eres la tristeza hoy de mis ojos que lloran en silencio por tu amor, me miro en el espejo y veo en mi rostro el tiempo que he sufrido por tu adiós...! ¡Y le quitaras las telarañas a mi lapida!” Pero no voy a gritar, sé que mi mamá se ocupará de eso, estoy seguro, pues, de quitarle las telarañas a mí lapida.
4. Esteban miró un reloj adentro en el restaurante, se percató que eran las nueve de la noche. Llevaba más de tres horas parado al frente de la ventana. Notó como las lágrimas saltaban de sus ojos y recorrían sus mejillas mezclándose con el agua de la lluvia. Quiso sentarse o entrar en el restaurante, pero le entró el miedo de enfrentársele a ella, cara a cara, porque al fin y al cabo ¿de qué iba hablar con ella? Esa chica era inalcanzable. Para compensar su miedo se conformó con unos “pensamientos de sentido común”.
3. “Llevo aquí parado más de tres horas y lo que resulta muy gracioso es que el celador ni siquiera me toma por sospechoso de nada, pues, un tipo parado tres horas en una ventana sin hacer nada, pues, es para estar moscas ¿no? ahí está pintada la seguridad en esta ciudad. Como compensación a esa ineptitud deberían colocar una banca o algo así para poder sentarse, pero es pedir mucho. ¡Bah! pensándolo bien, tampoco es mucho, pues, en este barrio una mísera banca no le hace daño a nadie. Todas las ancianas de por esta zona que salen a su caminata matutina estarían eternamente agradecidas que sus várices tengan descanso, aunque sea un minuto. No soy nadie para exigir nada. Además creo que si no me han visto es porque soy invisible ¿madre, como hiciste para traer al mundo a un niño invisible? ¿Es científicamente posible eso?”
2. -“¿Y si quisiera pasarme de patán una vez en la vida? ¿Si me hiciera una paja, aquí, delante de esta ventana, en honor a ella allá sentada tomando café? ¿En honor a su trasero, a sus tetas? Que hubiera una banca hasta me animaría, pero de pie, ¡por Dios! Seguro las piernas no me responderían, con el ejercicio de mover mi mano rítmicamente y mantener mis piernas erguidas es suficiente, demasiado ejercicio. Nunca fui fanático del ejercicio, ni de estar de pie. Dicen que el hombre evoluciono cuando pudo ponerse de pie, que mierda de evolución, hubiera preferido estar arrastrándome por ahí que el estar parado frente a una ventana, venerando a una pendeja que no sabe quien soy. Siempre odie por ejemplo, el ir a un banco, hacer fila para pagar las facturas de mi mamá,... ¡los bancos son una mierda!...”
1. Cuando ella se paró de la mesa, fue seguida por dos tipos de la mesa de al lado y los tres salieron del restaurante, Esteban se dio cuenta de la situación. De repente se vio a menos de un metro de ella, aterrado porque ella lo miraba fijamente. Los segundos más lentos de su vida. Quiso decir algo pero la voz no le salió. En aquel momento desvío la mirada y quiso correr. Su cuerpo no le respondió y se quedo tan estático como una estatua, no respiraba. Entonces cerró los ojos.
En la oscuridad de sus parpados sintió que alguien le agarraba el brazo, que le levantaba la palma de la mano, que le depositaba un par de monedas, que le decía: “Gracias mono por cuidarme el carro.”.
“La voz más bonita que jamás haya escuchado componiendo una oración” pensó Esteban y abrió los ojos. La vio a ella parada a su lado con una sonrisa amable y curiosa, más atrás vio a los dos tipos muertos de la risa.
Mono, usted es muy chistoso. – Le dijo ella mientras caminaba hacia su carro.- cuídese, oyó.
- Sí, cuídese hombre, al menos cúbrase con algo que está haciendo mucho frío. – le dijo uno de los tipos.
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1 comentario:
Ya quiero que siga está historia
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