1. “Me hiciste preguntas acerca de los animales, algunas difíciles de verdad, que distrajeron mi atención de los teléfonos públicos y aliviaron mi cansancio. Nada más ver el águila me preguntaste, aparentemente sin venir a cuento:
- ¿De dónde sale la gente?
Yo no estaba seguro de si te referías a los pájaros y las abejas, al arca de Noé o a qué. Cualquier respuesta posible me parecía absurda, pero me obligabas a reflexionar.
Es decir, hace cinco mil años la gente surgió de la nada - ¡poing!- con cerebro y todo eso y empezó a arruinar el planeta. Crees que deberíamos reflexionar sobre este asunto más de lo que hacemos.
Repetiste la pregunta y por eso te di una respuesta para salir de paso, de esas que se supone que los padres no deben dar. Te dije que la gente venía del Este. Esto pareció bastarte. Y luego nos pusimos a pensar en otras cosas; tú en la mancha de un mapache muerto incrustado en la carretera, y yo en otra cabina telefónica. Abogados… Dios santo.
Cualquier día cruzas esa delgada línea y te das realmente cuenta de que tenemos que protegernos de nosotros mismos.”
2. “Pensé un poco más en los animales.
Y eso me llevó a reflexionar sobre los humanos. Para ser concreto, me pregunté qué es lo que hace a los humanos ser, bueno… humanos. ¿Cuál es la conducta humana? Por ejemplo, sabemos cuál es el comportamiento de los perros: los perros hacen cosas de perros; traen los palos que les tiran, olfatean a los vagabundos y sacan la cabeza por las ventanillas de los coches en movimiento. Y sabemos cómo se comportan los gatos: cazan ratones, se frotan contra la espinilla de uno cuando están hambrientos y tienen problemas a la hora de decidir si quieren pasar por la puerta o prefieren quedarse dentro cuando se les deja salir. Entonces, ¿qué es exactamente lo que hacen los humanos que sea específicamente humano?”
3. “Lo enfoqué de otro modo. Pensé: aquí estamos, en cuanto especie y hemos fabricado los satélites artificiales, la televisión por cable y los Ford Mustang; pero, ¿qué pasaría, digamos, si fueran los perros y no las personas los que hubieran inventado esas cosas? ¿Cómo expresarían ellos por medio de inventos la esencia de su calidad de perros? ¿Construirían estaciones espaciales con forma de huesos enormes que darían vueltas alrededor de la Tierra? ¿Harían películas sobre la Luna y se pasarían toda la proyección aullando en los autocines?”
4. “Pero no fueron otros animales los que inventaron los aparatos, fueron los humanos. Entonces, ¿qué es lo que expresamos de la esencia de nuestra calidad de humanos mediante esos inventos? ¿Qué es lo que nos hace ser nosotros?
Pensé en lo raro que resulta que haya miles de millones de personas vivas y, sin embargo, que ninguna tenga la certeza de lo que hace a las personas ser personas. Las únicas actividades que se me ocurrieron que llevan a cabo los humanos y que no tienen equivalente en otros animales eran fumar, ir al gimnasio y escribir. Lo que no es tanto, considerando lo especiales que creemos ser.”
5. “Más abajo, a la derecha, corría furioso el río Coquihalla. El coche seguía avanzando sin problemas. Luego, nada más salir del segundo de los túneles que protegen de la nieve, vimos unos ciervos de cola blanca: un macho, una hembra y un añal al que le empezaba a asomar la cornamenta. Te pusiste muy nerviosa, como cuando has tomado cinco tazones de Count Chocula. Paramos el coche y bajamos a mirar; nos quedamos en silencio absoluto. Las tres criaturas sólo nos lanzaron una brevísima ojeada de inocente curiosidad antes de perderse en el bosque dando delicados saltos. Al volver al coche te dije:
- Me pregunto cómo nos ven los animales a los seres humanos con nuestros estrafalarios coches rojos y esta ropa de colores. Qué opinas tú, ¿eh? Deben de pensar que las personas somos los ejemplares más raros que existen.
No prestaste atención a mi comentario.”
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