1. Recuerdo algo como que iba caminando por una calle medio desierta de una ciudad muy grande tipo New York, que hacía frío y el viento no escatimaba en hacer del pelo un desastre. Que yo estaba vestido con una chaqueta de jean, una camisa leñadora roja, una camiseta blanca, unos jeans desgastados y unas botas cafés. Alguien caminaba al lado mío; no logro acordarme de su cara, ni de su cuerpo, ni de si era hombre o mujer; sin embargo su compañía me resultaba de confianza. Caminábamos y caminábamos, y mientras más caminábamos una sensación de estar dentro del cuerpo de un desconocido se iba apoderando de mí; en mi especular estaba residiendo en una vida de la cual me perdí el inicio, el desarrollo y de la que en ese momento iba a participar de su desenlace; porque, creo, de lo único que tenía seguridad era que el final vislumbraba a la vuelta de la esquina. Era tan real ese pronto final, era tan fotogénica esa esquina en la que teníamos que doblar que justo, justo me di cuenta que todo era un sueño y que bien, si sabía que estaba soñando, podía manipular ese sueño a mi antojo; y lo hice, aunque ya no recuerdo que diantres me puse a hacer.
2. Si son las 5:00 pm, o más temprano, y recién salgo de laborar me voy caminando hacia mi casa; en el trayecto tengo que atravesar dos puentes que se tornan medio tenebrosos cuando llega la noche: espesa niebla, hombres lobo, vampiros, ninjas, policías y quién sabe qué cosas más sombrías con revólver y chuchillos de carnicero en mano asedian desde las sombras; lo mejor es caminar de noche, sobre todo con el calor tan imponente que está haciendo, pero hay sitios de sitios por los cuales caminar, esa travesía no la es.
3. Al volver del laboro, bajarme del bus y caminar hacia mi casa, cuando tengo hambre, me gusta comprarle empanadas a una señora que todos los santos días, con su carrito de empanadas “de iglesia”, se para en una de las esquinas del trayecto. Cuando no le compraba siempre vivía antojado, pero me abstenía porque por ahí pasa cuanto bus y carro particular de los que por su tubo de escape sale un humo negro como el de la serie Lost, además las empanadas siempre están al descubierto y cuanta porquería contaminante de la ciudad seguro les cae; cuando me atreví a comprarle una empanada a esa señora fui feliz, y sigo vivo.
4. En el laboro, cuando tengo huecos largos entre grabación y grabación, y no tengo nada para hacer sino esperar y esperar me gusta salir a caminar, a dar una vuelta por ahí. A veces doy más de una vuelta y llega el punto en que me siento un poco bobo de dar vueltas por los mismos caminos y corredores, de ver cómo me mira la gente con cara de “este ya ha pasado por aquí cómo diez veces, y mira, nunca se le acaba el cigarrillo que tiene entre sus dedos”; cuando llega ese punto me devuelvo para el laboro a mirar para el techo, a esperar.
5. – Dígame señor Byron Alaff,… ¿Alaff es apellido?
- No, es mi segundo nombre.
- Aah, ¿de dónde sacó ese nombre?
Pregúnteselo a mi papá, vieja güevona.
- No sé de dónde salió ese nombre, doctora.
- Aah, nombre bien peculiar.
¡¿En serio?! ¡Recién lo descubro!
- Dígame señor Byron, ¿hace ejercicio?
- ¿Caminar cuenta?
- Sí.
- Bueno, entonces camino.
- ¿Camina consciente que está haciendo ejercicio o sólo camina por rutina?
- Eeh
viernes, febrero 12, 2010
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario