1. - Y recuérdame, ¿por qué los tuvimos qué matar a todos?
De nuevo mira el despojo de cuerpos acumulados sobre el pasto de ese bosque alejado. Lentamente señala uno de los cadáveres.
- ¿Ves a esa rubia de ojos azules? Es la culpable, pregúntaselo.
- No voy a aclarar lo obvio, pero está muerta, no me va a responder.
- Entonces tienes una pregunta sin respuesta.
- Si te sigo debo saber la respuesta.
- Retrocede el tiempo, recuerda el momento en que a esa rubia le saqué el corazón. Estabas ahí.
- Eh, no…Toda esta matanza no se puede resumir en una historia de amor fallida.
- Sí se puede... mañana no me acordare de esto.
2. - ¿Y cuando encuentren a todos esos cadáveres qué pasara?
De nuevo mira por la ventana de la cafetería, sorbe su último trago de café.
- No los van a encontrar, hay muertos que son invisibles.
3. – Llueve.
- Sí.
Mientras camina por esa calle desierta levanta su cabeza, abre la boca, deja que algunas gotas de lluvia caigan en su lengua.
- Me estoy imaginando cómo la lluvia está lavando todo ese charco de sangre que dejamos. ¿Es algo que nos conviene, no?
- La lluvia es maravillosa, y la sangre es sangre. Aunque está hermosa esa imagen de la sangre diluida porque llueve. Me imagino a la lluvia cayendo en el rostro muerto de la rubia, sus ojos apagados, gotas rodando por sus mejillas…
4. - Hey, ¡vamos a los carritos chocones!
Intenta peinarse su cabello mojado, sonríe, mira la ciudad de hierro que tiene al frente.
- Vamos, hace mucho no voy a una ciudad de hierro.
5. Se recuesta en el espaldar de su carrito chocón, se deja llevar, cierra los ojos.
- Mañana nos veremos en mi cabeza.- susurra.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario