5. Casi todos en mi familia fueron o son educadores: Mi abuela Mariela incursionó en ese mundo a los doce años y tiempo después cuando conoció a mi abuelo Marcos se hizo madre de trece hijos y abuela de diecisiete nietos y bisabuela de dos bisnietos y más nunca agarró una tiza. Nubiela (mi mamá), la hija mayor, que por acto de rebeldía se fue de la casa, a los dieciséis años se hizo educadora en el Rial - pueblo aledaño al Bagre, Antioquia – y después trabajó en Remedios, en algún otro pueblito que no recuerdo, en Turbo y finalmente, con mi papá ya muerto, en Medellín, primero estuvo en un colegio en el barrio Castilla y posteriormente en el barrio Aranjuez, y allí sigue, amenazando cada año con que esta vez si se jubila. Ignacio Vélez (mi papá) también fue profesor en Chigorodó, como igualmente lo fue mi tía Rocío en el barrio El Corazón, y lo es mi tía Lucelly en la vereda El Pescadero - yendo para Tamesis-, y lo es mi tío Ramón en la UPB y en la U de M, y hasta yo di mis primeros pinitos en eso, para serte franco compañero: no pienso hacer carrera en eso, la docencia no es pa´mi.
4. De niño mi mamá quería que yo me enganchara en algo sano, en algo que tuviera que ver con socializar con niños, que no me embruteciera frente al televisor, que dejara de ser tan retraído, tan tímido y tan llorón. Y mi mamá me metió a Taekwondo: el primer día renunciamos Adrián y yo, nos daba miedo el entrenador con esos gritos del demonio. Y mi mamá me metió a Natación: llegué hasta el cuarto nivel y nunca aprendí a nadar, bueno no como profesional, tampoco es que me ahogue en cualquier charquito, como casi sí lo hace Pampara – un personaje del barrio Belencito que supuestamente se tomó cuatro litros de Cocacola de un tirón y se torció, los brazos y las piernas no se le doblan – que sé cayó borracho un día de lluvia frente a nuestra casa y no fue capaz de pararse, se estaba ahogando literalmente en un charquito, y Adrián y yo destortillados de la risa “mira, Pampara se cayó, jua jua jua” “y se está ahogando jua jua jua” “que pesar, levantémoslo jua jua jua” “no, espérate, dejémoslo otro ratico jua jua jua” hasta que Adrián lo levantó, y Pampara borrachito dió tumbos hasta que una cuadra más allá otra vez al pavimento fue a dar, pero ya no en un charquito, así que ahí quedó hasta el otro día, impávido.
3. Y mi mamá me metió en Teatro: el primer día que estrenamos la obra mis diálogos se fueron al carajo, los dijo una niña porque yo enmudecí, sin quererlo hice el papel de estatua, de estatua que se orina los pantalones viendo como un montón de gente extraña la mira fijamente, mirándola como esperando algo extraordinario de ella: ¡si se mueve esa estatua me cago del susto! Parece real. Y mi mamá que no se rinde siguió insistiendo: Me metió en una escuela de fútbol donde lo único que hice, en un partido contra otra escuela, fue correr de aquí para allá de esquina a esquina de arco a arco de raya en raya y ¿el balón? Nunca lo toqué, nunca lo vi, ni siquiera sabía quien era de mi equipo. Al instante vi clases de ingles y clases de guitarra, en ninguna de las dos aprendí nada y creo que ahí sí mi mamá se rindió “no carajeó más con este culicagao que lo único que quiere es ver televisión”. De ahí para allá, como ella no me pegaba ni nada de esas cosas, cuando me quería castigar por algo me prohibía ver la televisión, sobre todo los sábados en la mañana que daban los mejores programas.
2. Ya hecho yo todo un adolescente problemático, mi mamá lo volvió a intentar y esta vez como qué su sueño si se le cumplió, me convenció de estudiar artes plásticas en Bellas Artes y ahí me quedé un buen tiempo dibujando bodegones, dibujando paisajes, dibujando viejas empelota – nunca nos llevaron una modelo bonita y flaca, siempre eran gordas y feas, con bigote-. Tiempo después me aburrí de Bellas Artes, me gradué del colegió y ya saben la historia.
1 Como bueno perezoso que soy y como reza el titulo del TOP: En amor lo que no se da de una vez que no se dé.
No a laborar en causas perdidas.
*La frase la saqué de Los días Azules de ya saben quien.
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2 comentarios:
Vos eras el que juega sin balón, que el profesor de la escuela de futbol le dice: sos importante porque cumplís la labor de deseuilibrar la defensa contraria... y el niño ya sin aire de tanto correr asiente.
Nada, ni alientos me dió el entrenador
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