1. Es la 1:00 p.m., estoy bajando las escalas del puente peatonal entre el barrio Carlos E. Restrepo, la Avenida Colombia y Suramericana. Voy contando una y otra vez las monedas para pagar el pasaje del bus que ha de llevarme a mi casa. No logro concentrarme en la cuenta: 100 pesos, 50 pesos, 200, 100, 100, ¿cuánto es que me falta para el pasaje?: 100 pesos, 200, ¿Y por qué mejor no pago con un billete y fue?: 100 pesos, 200 pesos, qué hambre, mi mamá vino de El Bagre, Antioquia hace poco. Trajo queso costeño: 50 pesos, 100 pesos, quiero queso costeño frito, hace rato no como. La vaina es que mi mamá dejó el queso en el carro, y el carro anda guardado en un taller: 500 pesos, dejé de ahorrar las monedas de 500, debería volver a ponerme en esas.
2. Termino de bajar las escalas y voy rumbo al paradero de buses, que de paradero de buses sólo tiene la estructura y el nombre; te puedes demorar allí parado más de una hora sin que un maldito bus, que pasan y pasan y pasan y pasan, se digne a recogerte, aunque te le pares al frente levantando las manos y los pies y salgas corriendo detrás de ellos gritando como poseso. De repente, sin esperarlo, se congela la imagen –Sí, buenas, me gustan las películas de Martin Scorsese, yo sé que en la vida real las imágenes no se congelan, pero qué puedes hacer, ¿ah?-.
3. Minutos antes, antes de cruzar el puente peatonal, estaba pensando en la cátedra en la que estuve esta mañana laborando como luminotécnico y camarógrafo, nunca antes en una cátedra había oído hablar tanto sobre alcoholismo y aguardiente; La charla fue sobre don Efe Gómez: señor literato y alcohólico, adelantado para la época, de por estas tierras (antioqueñas) y que en su tiempo fue comparado con Frederick Nietzche. “A la literatura de Efe Gómez la mató que la catalogaran como costumbrismo, y ya se sabe que por lo general el costumbrismo antioqueño, como nos lo han enseñado en la escuela y dónde quiera que vayamos, es aburrido, maluco, tedioso”, eso no lo dijo el expositor de la cátedra, pero fue lo que me imaginé cuando sólo dijo: “A Efe Gómez lo mató que lo catalogaran como costumbrista”. O tal vez no dijo eso, no suelo mucho parar oído cuando me toca laborar en cátedras. Subiendo las escalas del puente empiezo a contar monedas para pagar el pasaje.
4. La imagen se descongela: una señora que salió de la nada, que quizás saltó desde un árbol – a lo ninja- está sonriendo parada delante de mí.
- Muchacho, Dios lo ama.- me dice, me sonríe, luego me toma de la mano y me pone en ella un folleto donde se ven dibujos de gente abrazada muy sonrientes al lado de mariposas y lo que parecen ser drogas comestibles en apariencia de hongos, y de pasajes de la biblia.
Pienso: mira que ingenioso, ya Dios recluta gente esperando que en vez de uno gritar ante tal susto de puta madre “¡Ay jueputaaaa! ¡Qué susto tan catrechimba! ¡Señora, ¿de dónde salió usted?! ¡Casi que me da un puto infarto! ¡Muérase y muéranse todos sus familiares!”, grite uno “¡Oh Dios mío! ¡Te me apareciste en luz! ¡Señora, usted es una ángel de la guarda! ¡Mi corazón paró por unos segundos a rezar por verla! ¡Larga vida a usted y a sus allegados, y a mí que soy su hermano!
Me pongo a esperar el bus.
5. Espero el bus, la mirada de esa señora sigue fijamente en mí. Estoy nervioso. Miro para todos lados, camino uno, dos, tres, cuatro, cinco pasos y vuelvo a donde estaba. Tengo una sonrisa boba. Aprieto los labios. Esa señora me mira y sigue sonriendo. En este paradero de buses no estoy yo solo, hay mucha gente, ¿por qué me mirará sólo a mí?
Se congela la imagen, quizás cuando se descongele estaré viéndome a mí mismo caminando hacía aquí, cavilando que necesito un buen corte de pelo y una buena afeitada para que ningún buen hijo de nuestro señor terrorífico no me la venga a montar.
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