1. “Tengo que relatar todo lo que vi la noche anterior”, fue mi primer pensamiento del día, el que justo vino a mí cuando abrí los ojos, despertándome en esta habitación que parece de paredes de cartón: una escenografía olvidada por algún director de arte contratado para una obra de teatro de medio pelo, o de una película a la que no le fue nada bien en producción y que fue abandonada apenas filmadas dos o tres tomas en la que una actriz con el pelo teñido de rubio se negó a mostrar las tetas.
2. “Pero no recuerdo nada de lo qué pasó en la noche, a pesar que, tal vez, con eso pudo haber cambiado el mundo”, a veces me despierto con esa sensación, y el mundo sigue igual. Aunque esta vez, como es costumbre mía, no me he despertado en el mueble de la sala de mi casa. Es un indicio de que algo cambió, ¿no?
Miro por la ventana y el cielo es del mismo color azul.
3. Tengo que acordarme de qué pasó. Sé que por tanto alcohol, perdí el sentido desde muy temprano. Quizás fui el único borracho de la noche; la única persona que tiene el sentido del ridículo atrofiado. Tengo que acordarme.
No es tarea para el colegio ni la universidad, lo sé. Siempre trabajé mejor bajo presión.
4. Amigo, sé que sonreí toda la noche. Te confieso que para mí las personas que siempre sonríen y sonríen, con cualquier chiste malo hecho por una persona insoportable, son sospechosas de algo, personas que de seguro, con una desviación sexual, con ellas llevan dinamita pegada en sus genitales; si algo les molesta: “les voy a mostrar mi pene: ¡mi pene es portentoso, explota!” y booooom. Es el sueño de toda buena ninfómana heterosexual.
5. Llego al punto ese en que el corazón me estorba y quiero que de una buena vez pare de bombear. Es un punto muerto, para mayor redundancia. Pero es un punto que nunca pasa a grandes ligas. Amigo, ¡ya me acuerdo de algo!:
- ¿Usted cómo se llama?- Me preguntó una mujer en medio de un trago de ron que me estaba ofreciendo un amigo.
- ¿Yo?- le pregunté.
- No, le preguntaba al perro.-me dijo.
- ¿Cuál perro?- le pregunté.
-Hmmm, usted hace parte del 90 % de la humanidad que todo lo toma literalmente. Ya no me parece interesante.- me dijo.
- Hmmmm, la venda en la nariz me incomoda, y me pica. A veces todavía me sale sangre y por eso es que ando preparado con dos o tres repuestos de vendas en mis bolsillos.- le dije.
- ¿Cuál venda en la nariz?- me preguntó.
- Bienvenida al 90%, hermana.- le dije.
- ¡Ja!, muy chistoso. Así que no tiene nombre, entonces, pues, lo llamaré Idiota.
- Soy una estrella fugaz danzarín.
- Una estrella fugaz idiota. Por cierto, le vine a ofrecer esto.
Y ella del bolsillo de su chaqueta gris sacó algo que resplandecía.
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