1. – A usted lo conozco, ¿cierto?- dice la doctora al verme entrar en el consultorio. Minutos antes me previnieron de su mal aliento, con lo dicho se puede comprobar que no eran mentiras: hiede a no cepillarse los dientes o a que está enferma de quién sabe qué.
- Sí, me conoce, ya estuve aquí hace un par de meses. – digo. Por cierto, yo también hiedo: nadie me recordó que para firmar un contrato tenía que ver primero a una doctora; la noche anterior me embriagué tanto, pero tanto, que apesto a ron.
2. – Ya, Mal de Addison, lo recuerdo. Usted es la única persona que conozco que haya padecido esa enfermedad.- dice la doctora.
- Yo también soy la única persona que conozco que haya sufrido eso, bueno, sé de algún famoso, pero no más. – digo.
- Siéntese, señor ¿Byron Alaff?
- Sí.
- ¿Usted es musulmán o algo parecido? Ese apellido…
- Alaff no es un apellido, es mi segundo nombre, y míreme bien ¿tengo cara de musulmán? – si algo no puedo negar es mi cara de colombiano, se me cae.
3. – Firme aquí señor Byron. – dice la doctora señalándome una hoja puesta en su escritorio. Acto mecánico, me inclino para ver la hoja.- Veo que para leer la hoja se tuvo que acercar a ella, ¿está sufriendo de los ojos?
- ¿Qué? No, no, no. Mi vista es 20 - 20, si quiere compruébelo. – siempre me he sentido orgulloso de mi vista, ¿acaso, doctora, no viste que fue un acto de inercia?
- Puede que tenga la vista 20 -20, pero en un futuro va a padecer de los ojos, se lo aseguro señor Byron.
- No, mi vista es perfecta.
- No lo parece.
¿Acaso, maldita doctora, no viste que fue un acto de inercia?
4. – Usted está sufriendo de…- dice algo que de inmediato se me olvida y me da pena preguntar porque estoy asintiendo con la cabeza en forma de: “sí doctora, aja doctora, bueno doctora, súper, ¿ya me puedo ir?”- y le voy a recomendar que se cuide del polvo y que utilice gafas de sol. No se exponga mucho a la luz, le está haciendo daño a sus ojos.
- ¿Gafas de sol? en mi vida he utilizado unas. – las personas que las utilizan y que siempre las tienen encima de la cabeza y no en sus ojos de alguna manera me resultan sospechosas de algo, no quiero, por falta de costumbre a o no utilizarlas, llevar unas gafas de sol en la cabeza.
- Pues es el momento señor Byron, y no se compre unas gafas baratas porque dañan los ojos.
5. Ahora, cada vez que me inclino para mirar algo en un acto mecánico, pienso que mis ojos se están desgastando, y detesto ese numerito: maldigo a esa doctora. En el día llevo gafas de sol, puede ser paranoia, pero creo que siempre la gente me está mirando por tal hecho: de nuevo maldigo a esa doctora. Me acostumbraré a maldecir.
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3 comentarios:
si, me dijeron: "para comenzar en el nuevo trabajo, sería muy bueno dejar el cigarrillo... bla, bla, bla..."
Finalmente me da la impresión de que la gran mayoría de los médicos son alcohólicos ¿por qué será? No sé...asi son los médicos plop
Saludos
Alaff?
Nell. saludos
Diego. Pues sí
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