1. Se llamaba Nundier, tenía una nariz bastante prominente, se moría de la ira siempre que lo llamábamos Pinocho y muchas veces amenazó con quitarnos la amistad si lo seguíamos llamando de esa manera; a veces casi se daba de golpes contra alguno de nosotros, sus mejillas se tornaban de un color rojo, sus ojos lagrimeaban, sus dientes rechinaban, sus manos temblaban, respiraba fuerte como toro negro en el ruedo; ninguno de nosotros éramos toreros y entonces le decíamos:
“Cálmate güevón, te estamos molestando.”
Para calmarlo podrían llevarse horas y muchas estocadas mal dadas.
2. A Nundier lo conocí en un bar llamado La Rotonda, a una cuadra de la casa de mi abuela Mariela, donde nos dejaban quedar a los menores de edad, nos vendían cerveza y nos ponían la música que quisiéramos; apenas Vanilla Ice estaba entrando a la moda. Nundier era un niño rico, por primera vez se estaba dejando ver ante los pobres, era nuevo en el barrio; curiosamente con La rotonda se deslumbró.
3. Nundier nos invitó a su casa a beber vino luminoso, a bailar en el salón social de su unidad cerrada, a la piscina; algún vigilante, cuando esto pasaba, siempre nos echaba a pesar de las quejas de Nundier; era un niño que en nada podía defender su posición: sus papás lo dejaban solo por meses, sin ningún poder.
4. Una vez, ya entrados en el Break Dance, dejando atrás a HC Hammer y Vanilla Ice, bailando de verdad, Break Dance puro, en el parque de El ajedrez en Santa Mónica 2, Nundier vio a una chica, se le acercó a hablar; Nundier no era feo a pesar de su nariz. Minutos después:
- Parces, me voy con ella, a mi casa, a pichar mucho, ustedes sigan bailando: perdedores.- en ese tiempo la palabra “perdedor” ya estaba de moda.
5. Un hora después Nundier bajó de su casa, cojo, con chanclas y con el dedo gordo del pie partido en dos, él vivía tres cuadras subiendo la loma en la que estaba mi casa y estábamos en el corredor mirando a todo el que pasara, cuando lo vimos pasar le preguntamos:
-¿Qué te pasó güevón?
- Fui a la nevera por cerveza y sin querer me tropecé con la punta de la pared, se me abrió el dedo.-
-¿Y la chica?- le preguntamos.
- Está en mi cama, desnuda,… no sé, cuando vi mi dedo así me vine caminando para urgencias, no tengo plata para un taxi.
-Ahhh no, no Pinocho, cómo te pasa eso.
- No me digan Pinocho.
- Pinocho.
- Maricones, saben qué, nunca más les voy a volver a hablar. Estoy que lloro, no soporto el dolor en este dedo.
Hasta ese día supe de él.
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2 comentarios:
Ah! Pobre sujeto, pero seguramente habrá superado, más que el tema de su nariz, el nombre que lleva...
je, tenía nombre de futbolista.
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