5. Esteban Carvajal miró el reloj de una iglesia y se dio cuenta que eran las once de la noche. Sólo hasta ese momento supo que estaba en un parque, el parque donde pasó muchas noches borracho en su adolescencia. Maldijo en silencio ¿Cómo llegué hasta acá maldita sea?. Por el dolor de sus piernas y sus pies entendió que llegó caminando.
4. Me duelen las piernas. Necesito descansar. Quiero irme para mi casa. Tengo hambre. Tengo frío. ¿Dónde estará ella? Siempre que sale del restaurante no sé qué se hace. ¿Tendrá novio? ¿Uno de los tipos con quién salió del restaurante? ¿Será prepago? Si es prepago la cosa entonces sería muy sencilla para mí. Le pediría plata prestada a mi mamá, ella siempre me presta lo que yo le pida. ¿Cuánto costara ella? ¿Doscientos mil pesos? ¿Un millón? ¿Dos millones? ¿Tres millones? No, tres millones cuestan las presentadoras de televisión recién salidas en la pantalla. Ella no es famosa. Me tengo que conseguir su número de celular. La llamaría todos los días, no importa lo que me cueste. ¿Pero qué le digo? ¿Eh, hola, cuanto cuestas? ¿Cobras por polvo o por hora? ¿Haces de todo, blow job, anal, la caída del ángel? ¿Cuál es qué es la caída del ángel? ¿Y sí sólo cobras por hablar cuanto me cuesta? No, esa pregunta no se la puedo hacer, me contestaría: ¿hablar de qué?
3. Esteban sin saberlo cruzó el centro del parque. Entre la multitud vio sin ver a unos antiguos amigos suyos del colegio. Cuando volvió en sí pensó en esquivarlos, pero ya era demasiado tarde. Uno de ellos le levantó la mano para que se acercara y Esteban lo hizo.
- Don Esteban Carvajal ¿Cómo me le va? – le dijo uno de ellos que respondía al nombre de Julián.
- Bien, bien.- respondió Esteban.
- Home, perdoná la pregunta ¿pero por qué andas por aquí por el parque en esas fachas, sin camisa y descalzo? – preguntó Julián.
- Eh, eh – Esteban miró su aspecto de abajo para arriba con retraimiento.- eh… es que me atracaron tres tipos con pistola en la mano. Tenían una navaja cero siete.
- ¿Cómo así, tenían una pistola y una navaja cero siete?
- Eh… sí, muy violentos los tres. Me dejaron sin nada.
- Home, que chimbada, debes estar muy verraco ¿no?
- Sí… sí, que verraquera que lo atraquen a uno así.
- ¿Entonces qué pelao, por ese atraco tan gonorrea se pega una borrachera hoy con nosotros, como en los viejos tiempos? - le dijo uno al que le decían Mejía.
Esteban recordó que nunca le gustaron esos viejos tiempos, que nunca le gustaron esos amigos. Sintió escalofríos.
- Gracias por la invitación, pero me estoy muriendo del susto y de la rabia por el atraco, tengo que irme para la casa.- Dijo Esteban haciendo el ademán de caminar.
- No. No hombre, como qué irse para la casa, nada de eso, clávese primero unas birras. – Le dijo Julián cerrándole el camino.- déle llave, así se emborracha más rápido. Si hay algo chistoso en la vida es usted borracho, y home, hace rato no me río tan bueno.
Esteban le sonrió en una sonrisa incomoda y asintió con la cabeza.
- Bueno, una cerveza no me hace mal en este momento.
Mientras Esteban respondía agarró ensimismado una lata de cerveza que Mejía sacó de una nevera portátil, la sacudió y se la entregó. Julián y Mejía intercambiaron miradas de complicidad mientras Esteban abrió la lata de cerveza. El líquido le voló a la cara, pelo, cuerpo y se escurrió entre sus manos. Esteban sólo entendió que pasaba cuando miró a sus amigos que soltaban una sonora carcajada.
- Mierda, siempre caigo en el juego de estos malparidos- pensó Esteban.
2. Esteban entre sonrisas falsas a sus “amigos” por la broma que le habían jugado, la divisó a ella lo lejos. Ella caminaba muy sonriente con los dos hombres del restaurante.
Maldita sea, el mundo no es justo. “No hay nada bueno. No hay nada justo. No hay nada hermoso en este puto mundo.”
1. Esteban no se despidió, empezó a caminar sin rumbo fijo.
- Me voy para la casa, mi mamá debe estar extrañada de por qué no le contesto sus llamadas.
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