lunes, marzo 23, 2009

TOP 5 Desaparecer bajo tierra

1. Un miércoles frío, húmedo, negro, iluminado por luces artificiales, lleno de diversos transeúntes que marchan muy de prisa o están parados en cualquier esquina, entre ellos yo con mi maleta terciada a la espalda, fumándome el primer cigarrillo del día, caminado hacía el transporte que me ha de llevar a mi destino de trabajo, en espera de qué me deparará mi ocupación del día de hoy, que hasta donde sé es en las minas de carbón en el pueblo de Amagá, pueblo del suroeste antioqueño de donde es mi familia por parte de papá y pueblo de paramilitares... mira vos, a pesar de que son las 4:30 de la mañana y que hace pocos días la ciudad “entera” entró en paranoia por unas cartas en las que se anunciaba que iban a matar hasta el hijueputas si los veían después de las 10 de la noche en la calle y que “de nuevo volvía” la violencia a el Valle de Aburrá, Medellín se ve muy viva:

La gorda, el gordo, la bajita, el bajito, la alta, el alto, la flaca, el flaco, la fea, el feo, la que es más o menos el prototipo de la paisa porque es bonita, chiquita, maletona, tetona y de culo no tiene nada, el tetón, la hija de puta, el hijueputa, la hippie, el policía, la suicida, el que se saca mocos y se toca el pene a sabiendas que todos lo están viendo, la llena de vida, optimismo y esperanza pero ha duro que la ha tratado la vida, la testaruda, el testarudo, la incrédula, el incrédulo, el que parece un libro de auto superación, la religiosa, el que habla solo, el que pelea solo, el que por como abre la boca en una sonrisa medio estúpida te das cuenta que es medio caidito del zarzo pero es feliz como lombriz, el que orina en el poste, en la acera, en el san Juan de alguna oficina, la vendedora de cigarrillos y tinto caliente endulzado con aguapanela, el vendedor de cigarrillos y chicles, los que compran los cigarrillos y los chicles, el borracho, el indigente, los estudiantes que tienen clase de 6:00 de la mañana, los que van rumbo a su laburo,…

Cómo me dijo D, con mucha razón de su parte, madrugar para mí es todo un acontecimiento.

2. Desde la ventanilla del bus que me ha de llevar al pueblo de Amagá veo uno, dos, tres, cuatro accidentes de tránsito seguidos casi uno detrás del otro por la larga autopista. El periodista que está sentado a mi lado ni se da por enterado cuando le señalo a un Mazda blanco, hecho chatarra, debajo de las llantas de una volqueta roja y vieja.

- En ese accidente si tuvo que haber muertos. ¿Sí vio cómo quedó ese Mazda?
- ¿Ah?
- ¿Asustado porque vamos a grabar dentro de las minas?
- No, todo tranquilo, ¿y usted?
- Todo tranquilo también… Tengo un primo que empezó a trabajar en una mina de carbón y no duró un día porque le dio miedo entrar en ella.
- Muy miedoso su primo.
- Sí. También tengo un tío que se salvó de morir en la mina esa donde se mataron 80 mineros por allá en 1987… ¿y si vio que hace como tres semanas se mataron como cuatro mineros en una de esas minas para donde vamos? Ah, y hace como dos meses también se mataron otros dos mineros.
- ¿La intención es hacerme dar miedo?
- No hombre, para nada… vea, otro accidente de tránsito, esta vez es una moto contra un taxi, ya con ese van 5 a las qué... 6:30 de la mañana.

3. En mitad del camino, el bus hace una parada para que los pasajeros podamos desayunar. Creo que es lo que más disfruto de estos viajes, las paradas a comer o a fumarse un cigarrillo o tomarse un café o para entrar al baño o…

- Señor periodista, Byron, este es el mapa y el informe de las minas que vamos a visitar, son cinco. Ustedes verán en cuál de ellas quieren entrar a grabar. – dice el profesor que nos invitó al recorrido de las minas.
- En la que usted nos diga profesor. – dice el periodista.
- No, eso se lo dejo a criterio de ustedes. Como verán, las cinco minas son ilegales. – dice el profesor.
- ¿Son ilegales? Creí que íbamos para esas minas seguras.- dice el periodista.
- A las minas seguras vamos después, por ahí como dentro de un mes, pero por seguridad no se preocupe, eso es relativo, en una de esas minas seguras fue que se mataron hace como un mes tres mineros. Miren bien el mapa, el informe y decidan, ¿ya se tomaron algo, no van a desayunar? ¿Ustedes conocen Amagá?
- Yo sí. Mi familia por parte de papá es de Amagá. – digo.
- Mmm. – balbucea el profesor.

Miramos el mapa y el informe, y por lo que vemos y leemos descartamos cuatro de las minas y una la dejamos en entredicho. Así de cobardes resultamos.

4. Llegamos a la primera mina en la cual hay que entrar prácticamente despanzurrados sobre el piso. No entramos.

- ¿Ustedes sabían que este muchacho que tiene la cámara en la mano tiene familia aquí en Amagá?- le pregunta el profesor a los paleros que echan el carbón en las volquetas. Los paleros me miran.
- ¿Cuál es la familia?- pregunta uno de los paleros.
- Los Vélez, mi abuelo era Emilio Vélez, el dentista.
- Ah sí, los Vélez, los que viven al frente de la carnicería Zeus.
- La misma.

Llegamos a la segunda mina en la cual hay que entrar bajando verticalmente por unas escaleras que chirrean, que se mueven hasta con la respiración y que su largura, según nos cuentan, es de 20 metros. No entramos.

- ¿Usted sabía que este muchacho es nieto de Amagá? – le pregunta el profesor, mientras me señala, al dueño de la mina.
- ¿Cómo así?- pregunta el dueño de la mina.
- Mmm, sí, soy nieto de Emilio Vélez, el que era el den…
- Aahh, ¿Y usted es hijo de quién? – pregunta el dueño de la mina.
- De Ignacio, el mayor...
- Aah sí, él ya se murió.
- Sí.
- Ahí ve usted, le traje a un paisano.- le dice el profesor al dueño de la mina.

A la tercera ni a la cuarta mina vamos, así que llegamos a la quinta mina y en esta si hay facilidades para entrar. Entramos como cualquier inexperto que nunca ha entrado a una mina, a los resbalones, caídas y totazos en la cabeza; por fortuna los cascos sí sirven. Mientras empezamos a descender metros bajo tierra, sudando océanos, respondo por lo menos siete veces que sí, que mi familia es de Amagá, que soy Vélez, que mi abuelito era el dentista y el líder indiscutible del partido Liberal, que soy hijo de Ignacio el que se murió, que mi familia es la que vive al frente de la carnicería Zeus, que mi tío Javier se ha lanzado varias veces a la alcaldía de Amagá y ninguna de esas veces ha ganado…

- Pero Byron viene mucho a Amagá, ahora me dijo que también le gustaría trabajar en una mina porque está cansado de la televisión. – le dice el profesor a uno de los mineros. El minero me mira.
- Mentiras, pero bacano tener esta experiencia.- es lo único que atino a decir aún sabiendo que estoy que me devuelvo, que ya no aguanto tener una cámara tan pesada en la mano y que no aguanto la claustrofobia.
- Yo soy minero desde los 16 años y la verdad es que esto me gusta.- dice el minero.
- ¿Y cuántos años tenés? – pregunta el profesor.
- 26, ya estoy que me jubilo.

Cuando llegamos a nuestro destino de grabación, 150 metros bajo tierra, lo que no me esperaba, lo que imposibilita que haga mi trabajo: la cámara no quiere funcionar; la humedad, el pantano y los porrazos que se dio contra las paredes la sacan fuera de servicio. Y de vuelta para arriba con el rabo entre las piernas, a enorgullecerme de otro fracaso más, pero al aire puro.

5. Tres horas después, ya no en las minas sino en el resguardo de los socorristas de los mineros, logro arreglar la cámara. Pero ya para qué.

- ¿Usted tiene familia aquí en Amagá, cierto? Yo lo he visto. – me pregunta una señora del aseo.
- Sí, soy de los Vélez.
- Sí, con razón se me hacía conocido, usted es el hijo de Ignacio, el que se murió, y es hijo de una señora morenita muy bonita ella.
- Ah ¿conoce a mi mamá?
- Sí, ella estudió en La Normal. Usted y ella se parecen mucho.
- ¿Nos parecemos en lo bonitos?
- Ja ja ja ja ja ja, ¿se le ofrece un tinto?

No hay comentarios.: