jueves, junio 07, 2012

TOP 5 Cerrar e irse a la mier…


5. Esta mañana me desperté con el firme deseo de clausurar mis cuentas de Twitter y Facebook -sobre todo la cuenta de Twitter que, casi todas las veces – la gran mayoría de veces-, es la que más me aburre – últimamente sólo la abro para postear cosas mías y leer una que otra cosa-, pero luego leyendo las noticias me enteré que se murió Ray Bradbury... Cómo me dolió la muerte de Ray Bradbury, no creí que me pegara tan duro.

¿Y qué mejor en estos momentos, si estás solo en tu casa, para expresar tu dolor que las redes sociales?

No clausuré ni mierda, pero ahí tengo la intención.

4. Ray Bradbury R.I.P., como leí varios post en Facebook y Twitter “ojalá nos veamos en Marte”

3. En Facebook me enteré que también se murió Kiki Boy, un gatico que me trae muchos buenos recuerdos de mi estadía de dos años y medio en Buenos Aires Argentina: también me dolió la muerte de Kiki Boy.

Kiki Boy R.I.P.

2. Toda la tarde me la pasé viendo fotos viejas que creí haber perdido, de esas de Buenos Aires, cuando todavía yo era flaco.

Me deprimí viéndolas.

¿Y si uno es de la vieja escuela que nunca necesitó de Twitter o Facebook para expresar sus sentimientos de tristeza y en vez de eso uno salía a romperlo todo por ahí con el riesgo de que lo llamaran punkero hijueputa?

1. En primer lugar creo que fue un error haber caído en las redes sociales, ¿pero qué se puede hacer ahora sin ellas?

Ojalá uno fuera un J.D. Salinger. Leyendo El guardián entre el centeno empecé a odiar un poco el cine, el cual también anda bien aburrido.

*Uno que se deprime a ratos. 

viernes, junio 01, 2012

TOP 5 Hasta que despierte en otro lado


1. Por fin llego a la cima de aquella montaña. Con la manga de mi chaqueta me seco el sudor de la frente. Tomo aire unos segundos. La miro a ella, allí parada, de espalda. El viento agita su abrigo negro y su pelo rubio.

- Llegas tarde. – dice sin mirarme.

De nuevo tomo aire. Miro el piso, busco algo en que sentarme. A mi lado veo una piedra de la altura de un banco de cocina, me siento en ella.

- Al menos discúlpate.- dice.
- Últimamente se me pasa el tiempo muy rápido, y no sé en qué. Se me pasó el tiempo. – digo.
- Me hubiera ido hace rato, no me gusta esperar, pero la vista de la ciudad desde aquí arriba es hermosa.
- Es verdad, no se le compara con nada. – digo mientras pongo la mirada al frente mío, en la ciudad.
- No te disculpaste.

Desvió la mirada y la miro, ella también me mira. Al cabo de unos segundos ambos, de nuevo, miramos la ciudad.

2.  No sé si ya es de noche o todavía es de día. Todo estaba oscuro cuando comencé a subir hasta la cima. El cielo está muy nublado y hace rato parece que va a llover. Desde hace unos minutos el viento arremete con fuerza contra los dos. Ella sigue allí parada, sin inmutarse de nada, creo que hasta durmió un poco; vi que cerró los ojos y se demoró en abrirlos. Me agradan esas chicas que no se preocupan por si están despeinadas, ella está bastante despeinada.

Con el clima es imposible encender un cigarrillo, así que estoy algo ansioso.

- Me avisas cuando quieras bajar, tengo frío.- digo.
- Y yo que no quería subir, e insististe. No quiero bajar nunca, allá nada me espera. – dice.
- Bueno, supongo que aquí te espero yo.
- Te puedes ir si quieres.
- Me quedo, a mí tampoco me espera nada, solo tengo ganas de fumar y ya.

3. Al fin comienza a llover. Ella y yo vamos agarrados de las manos corriendo por toda la cima en busca de algún techo improvisado que nos ayude a escampar. Estamos completamente empapados.

- La otra noche tuve un sueño.- digo en el momento en que ella tiene un resbalón, cayendo de rodillas y yo alcanzándola a arrastrar unos pasos hasta que se suelta de mi mano.
- Me lo cuentas luego, ¿vale? – dice incorporándose. No nota que tiene las rodillas raspadas y que le sangran, pero yo no se lo hago saber.

Le ofrezco otra vez la mano para que sigamos corriendo.

- Corre tú, yo ya no quiero. Total, ya estoy mojada.- dice empezando a caminar, cojeando.

La abrazo. Camino a su lado.

4. No encontramos donde escampar y sigue lloviendo. En el trayecto hasta acá, en un llano en medio de la cima, ella se resbaló tres veces más; a sus rodillas raspadas y llenas de sangre se le suman sus codos lacerados y su frente con una pequeña cortada entre una ceja y el ojo. La llevo cargada en mis hombros.

- Quiero acostarme.- dice.
- No hasta que pare de llover. – digo.
- Quiero acostarme ya.
- No.
- Sí.

Ella empieza a hacer una pataleta, con sus manos me da pequeños golpes en la cabeza. Con sus pequeños dientes me muerde en el cuello; del dolor que me da esa mordida la lanzo fuertemente y sin intención contra el pasto mojado. Cae de bruces y creo que se parte la nariz, lo pienso por el sonido que hizo al caer.

Ella con dificultad se da vuelta hasta quedar boca arriba. Extiende los brazos.

- Estoy vuelta mierda, sabes.- dice.
- Y lo vas a estar más si sigues allí acostada.- digo.

Abre la boca y saca la lengua.

- Me gusta recibir la lluvia con la boca abierta, sabes.- dice.

5. Nos hemos quedado aquí hasta el amanecer. Ya no llueve. Por fin me pude encender un cigarrillo. Ella está acostada en mi regazo y titirita del frío y del dolor que tiene en su cuerpo. Respira con dificultad.

- A pesar de todo sigo sin querer bajar de la cima de esta montaña.- dice.

Con mis dedos juego suavemente con su pelo mojado. Le doy una bocanada al cigarrillo.

- Cuéntame el sueño que tuviste y que me ibas a contar hace unas horas.- dice.

Sollozo, no sé de qué habla.

- Los sueños se olvidan, sabes.- le digo.