jueves, febrero 09, 2012

TOP 5 El fin de semana.


1. En la pista de baile, la gente alegre, borracha, drogada, algunos transpirando sexo, otros demostrando cansancio, se mueven al son de la Salsa. El olor a alcohol y a sudor humano es algo que no puedes pasar de largo cuando estás medio sobrio, parado aquí, ante la barra de un antro dónde sólo se oye música mal ecualizada. Donde estoy yo.

- ¿Me invita a otro guaro?- le pregunto al señor que tiene una copa de aguardiente en la mano y que está a mi lado. Cabizbajo. Melancólico. Mirando el vacio.

El tipo me ha invitado a las tres últimas rondas. Me lo presentaron hace no menos que una hora, y en ese momento también se le veía afligido. Es compañero de trabajo de una amiga.

- Si luego me invita a un cigarrillo.- dice sin levantar la mirada.
- Está bien.- digo.

Sitúo la mirada en una chica que está entrando en el lugar. Hay noches en que todas las mujeres son un cliché: ella con su cabello negro y largo camina como si estuviera en una película, en una secuencia a cámara lenta. Me mira. Sonríe. Me saluda moviendo los labios en un “hola”. Pasa por mi lado.

Es linda.

Se sienta al lado de su novio u amante o lo que sea.  Se besan de la manera en que uno está urgido por un motel.

2. Agolpados contra los carros que quedan en el parqueadero del lugar están todos esos que no bailan. Los que no tienen dinero para gastar en un antro donde la cerveza vale el doble de lo que cuesta en la calle. Los que salieron a tomar aire. Los patos. También están los que salieron a fumar.

- Estoy dejando el cigarrillo, este es el tercero de la noche.- digo.
- Ya son más de las dos de la mañana, diría más bien el tercero de la madrugada, ¿no?- dice el señor. El que espero que me siga invitando a más rondas de aguardiente.

Hoy particularmente ando escaso de billetes.

- Entonces es el primero del día.- digo botando humo por las fosas nasales.
- No lo he visto bailar en toda la noche.- dice el tipo, mirando hacia el cielo. Mira a la luna.

La luna está llena.

-Me gusta la Salsa, pero no la sé bailar. No me gusta bailar Salsa, la verdad. Tampoco es que me guste venir a estos sitios. Pero uno va a dónde van los amigos un viernes en la noche.- le doy otra calada al cigarrillo.
- A mí tampoco me gusta bailar.

Del antro sale una chica rubia de pelo corto. Se enciende un cigarrillo. Sus ojos azules se desvían en mi dirección. Se me acerca.

- Menos mal vinimos a este sitio, ese otro lugar en el que estábamos es un pichadero de moscos.- dice la chica.
- Sí.- le respondo.

Es linda.

Es la novia de uno de mis amigos.

3. Un torpe pasito aquí. Otro torpe pasito allá. Movimiento mal hecho de cadera. Vuelta. Estoy bailando. Resulta que siempre me quieren enseñar a bailar. Me han capturado cuando iba ruta al baño.

- Oye, ¿podemos bailar después?, me estoy orinando.- le digo a la chica que me capturó.
- No. Orinas cuando se acabe la canción.- Dice ella. - A ver mijo si aprende: pasito aquí, pasito allá, movimiento de cadera, vuelta. Pero hágale con ritmo.
- Soy arrítmico.
- Conmigo coge ritmo mijo.

No hay escapatoria. Miro mis pies.

-Pero no se mire los pies, míreme a mí.- dice ella.

Obedezco. Ella es linda.

Es una amiga.

4. En el sitio hay más chicas que chicos. Muchas de las chicas bailan entre ellas. Una cerveza. Otras tres rondas de guaro. Ya todo da vueltas.

- ¿Otro cigarrillo?- pregunta el señor. Al parecer está más desconsolado que antes. Creo verle una lágrima bajar por su mejilla.
- Esto está lleno de chicas lindas. – digo.
- Que si otro cigarrillo.- en efecto, en sus ojos hay lagrimas.
- Bueno, el segundo de la madrugada.
- Dizque el segundo, ya se ha fumado como cuatro. Lo he visto salir.
- Bueno, el quinto pues. Pero primero tengo que ir al baño.

Me atrapan en el camino.

De nuevo me enseñan a bailar.

5. Clic. Fuego. Dirigirlo a la punta del cigarrillo. Encender. Aspirar. Botar parte del humo. Dejar el cigarrillo en los labios. Compartir fuego con el señor que me ha estado invitando a guaro toda la noche.  No sé cómo se llama el señor. A esta altura del partido, con tantas rondas de guaro a las que me ha invitado, me da vergüenza preguntarle su nombre. Encenderle el cigarrillo. Guardar el encendedor.

- Usted ¿cuántos años tiene?- me pregunta el señor.
- Eh ¿yo? ¿Por qué? – pregunto distraído. Observo a la chica de pelo negro que me saludó hace un rato. Se está subiendo en el carro de su novio u amante o lo que sea.

- Pensaba que ya estaba curado después de vivir todo lo que he vivido, pero no. Tengo cuarenta y siete años y... - El señor le da una bocanada a su cigarrillo.- Hace poquito me dejó mi esposa. Se fue con otro tipo más joven. Y la extraño. Tengo un despecho ni el más hijueputa... – el señor suspira fuerte, se restriega los ojos con la mano libre.

Mientras el carro está arrancando, la chica de pelo negro me mira a través de la ventanilla. Sonríe. Se despide de mí moviendo los labios en un “adiós”.

- Usted que está joven, le digo: las cosas siguen doliendo como antes, o peor. Nada cambia. Somos los mismos pero más viejos.- dice el señor, llorando.

Miro el pavimento.

Ya quiero otro guaro.

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