TOP 5 La la la la la la la la la la la la la la la la la la la la

5. Te amenazo con un cuchillo, subo las escalas en puntillas, bajo las escalas en puntillas, hago morisquetas, bailo en un solo pie, me tapo un ojo, me tapo el otro ojo, te saco la lengua, ña ña ña ña ña, levanto el cuchillo por encima de mi cabeza y te apuñalo una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez veces. Tomo aire, levanto el cuchillo por encima de mi cabeza y te vuelvo a apuñalar una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez veces. Me limpio los ojos, me limpio la boca, me saco el gustito a sangre con ron, te desato y miro por toda la habitación; por todas partes hay charcos verdes; soy daltónico. Que pereza que tener que limpiar todo este desastre luego, la verdad eso no lo pensé.

4. Me cepillo los dientes a fondo, llevo por lo menos treinta minutos en estas; nunca estuve tan consiente de cepillarme diente por diente. Paso a cepillarme la lengua. Me meto el dedo en la garganta para volver a vomitar y de nuevo paso a cepillarme los dientes. Paso a cepillarme la lengua. Paso a bañarme en desodorante. Paso a echarme gotas en los ojos. Paso a tratar de corregir mis movimientos erráticos. De ninguna manera quiero que se enteren que anoche estuve bebiendo, que estuve de juerga, que no dormí. Antes de salir de la casa, “You talkin`to me?” imito a Robert De Niro en Taxi Driver frente al espejo, aunque en realidad quiero imitar a Marlon Brando, pero es que a Brando nadie lo supera.

3. Camino tres cuadras hasta el paradero de buses donde cojo el bus que me ha de llevar al laboro, pero pienso en el camino que no quiero montar en bus, así que levanto la mano a la altura de mi pecho para parar un taxi. Solo cuando levanto la mano me doy cuenta que a pesar de todos mis cuidados cometí una idiotez: Miiiierda, tengo por alguna razón el control remoto del televisor en la mano. ¿En qué momento encendí el televisor? ¿En qué momento vi televisión?

2. Abro una de las puertas traseras del taxi, me dan nauseas, me arrodillo en el pavimento y empiezo a vomitar teniendo en cuenta de no contaminar el taxi, claro está; no me voy a aseverar una muerte segura por cuenta de un taxista. Agua, agua, agua, ya no tengo nada para vomitar.

- Parcero, cierre la puerta que voy arrancar, yo así no lo llevo.
- Si usted supiera lo que hice anoche me esperaría y me llevaría.
- Pero no lo sé, así que cierre la puerta.

El taxi arranca rechinando sus llantas, por fortuna cierro la puerta antes de que eso pase. Arrodillado en el pavimento, sigo vomitando nada, pura bilis, una espuma medio blanca. La gente me mira con cara de “pobre, tan joven y desperdiciando su vida”, pero como a mí no me importa nada la gente, en medio de mis arcadas los miro cómo diciendo: “eso, ustedes sigan creyendo en Jesús, que van por buen camino, no tienen que vomitar en medio de la calle”.

1. Media hora tarde llego al laboro, miro hacia el piso, huelo mi ropa que huele a vomito, siento que más bien esto debió ser una semana de dos días – jueves y viernes-, me pregunto ¿Por qué un tipo que tuvo vida pública sólo tres años, desde los treinta hasta los treinta y tres, es más famoso que cualquiera que si ha hecho cosas que me gustan? Pues que por él ha muerto la mitad de la humanidad, y siguen muriendo... me acuerdo del olor a sangre en mi nariz, me acuerdo del espesor de sangre en mi ojo, me acuerdo del sabor a sangre en mi boca…

- ¿Estás enguayabado, cierto? Nunca te vi tan mal.
- La verdad, eso es la verdad, nunca me vi tan mal. Siento que me voy a desmayar de un momento a otro.
- ¿No mataste a nadie, cierto?