domingo, julio 29, 2007

TOP 5 Más miscelánea de recuerdos

5. La gata Astrid y su cara de matona, es una asesina serial, bichito que vio bichito que se despachó. A veces cuando veo una cucarachita me compadezco de ella y me digo: “pobre, está tiene los días contados”. Y voy por la gata “Astrid, vea” y chao, primero las tortura y luego cabecita de cucarachita por allí, patita de cucarachita por allá, mitades del cuerpecito volando y gas que para dentro vas, no queda ningún rastro del pobre insecto. Cuanto ha cambiado Astrid desde que llegó a la casa, antes era dulce y ahora es un sicario más de Medellín. Historia repetida en esta ciudad. Así fueron muchos de mis amigos de infancia, primero dulces niños y luego milicianos, matones, parricidas, cadáveres. ¿Pero que se podía esperar de Astrid la gata? es de Amagá, pueblo violento, pueblo de paras, pueblo que fue de Emilio Vélez el dentista loco y el que fue por mucho tiempo concejal del partido liberal. Pueblo de mi tío Javier Vélez que siempre se quiere lanzar a la alcaldía y no ha podido, no lo han dejado.

4. Uno de los grandes fracasos de la familia Pineda es que en los 24 de Diciembre nunca fue capaz de elevar un globo. Por más que lo intentaron mi tío Marquitos, mi tío Javier, mi tío Carlos, mi tío Sergio, etc. nada, nunca volaron. Se quemaban, no se inflaban o se rompían. El que más voló, un poco más allá de la casa de Don Miguel, doña Inés, Yarley, Johnny y Jenny, o sea, a media cuadra de la casa, lo agarraron a pedradas los niños bravucones del barrio. Así es, o era porque ya eso de los globos está prohibido, la costumbre de los diciembres en Medellín: treinta niños o más armados de piedras persiguiendo globos por todo el barrio, y ¡ay del que se dejara alcanzar por una piedra!, descalabrado para la casa y luego pela de la mamá por andar en esas. Mi familia desistió de los globos, siquiera, era un peligro.

3. En Argentina, en un barrio que no me acuerdo el nombre ahora – por allá por donde viven los de la banda El otro yo ¿Linier?-, pasamos un 24 de Diciembre mi amiga Amalia y yo. Estábamos muy nostálgicos por los diciembres medellinenses – me van a perdonar los argentinos que leen el top, pero sus diciembres son más bien amarguitos, cenan, se acuestan temprano o se van para un boliche (discoteca) como lo hacen cada día del año- y entonces le empezamos a explicar a una niña de doce años que en Medellín existe el mito de que la mejor manera de agarrar un globo volando es apuntándole con un espejo para qué así éste se vea reflejado y quiera presumir de su gallarda imagen y se ahogue en su reflejo como Narciso. Y la niña como toda niña curiosa fue por el espejo, un espejo gigante de tocador de mamá. Al primer globo que vimos - tuvimos que esperar mucho rato ya que por allá no es que haya abundancia de globos- le apuntamos con el espejo. Tal fue nuestra sorpresa que minutos después el globo se dejó venir y cayó desparramado en el patio ¡a pocos pasos de los nuestros! No lo podíamos creer ¡el mito era verdad! ¡Es que claro, como en Medellín hay mil niños con su espejito en la mano queriendo llamar la atención de los globos, los globos indecisos no saben pa´donde irse y optan mejor por quemar casas y fabricas y bosques y darle trabajito a los pobres Bomberos! ¡Por eso en Medellín hay que bajar a los globos a las pedradas o a los escupitajos o a los cuchillazos, y hasta con bala si hay pistola! ¡La bala que es destinada pa´l marrano (para el cerdo) porque ese pobre infeliz se muere o se muere, así sea a pata o tirándolo por la terraza! ¡Diciembre sin fritanga nada, muerte al marrano!

2. – Díganle a Libia que les preste un poco de alcohol y una caja de fósforos.

Al rato.

- Libia no tenía alcohol, pero si un poco de gasolina.
- Y… pero ¿Libia que hace con gasolina en la casa si aquí no tenemos carro ni nada de esas cosas?
- Ah yo no sé, pero no tenía alcohol, sólo gasolina.
- Bueno, yo creo que la gasolina sirve… primero hacemos un circulo con la gasolina,… luego ponemos al alacrán (escorpión) en el medio,… encendemos el circulo con los fósforos y van a ver como el alacrán se clava primero su aguijón antes de que se muera quemado. Los alacranes cuando presienten el peligro prefieren suicidarse.

Al ratito.

- Tío Ramón, el alacrán no se clavo el aguijón, se murió quemado.
(Con lágrimas en los ojos y evidente tristeza y arrepentimiento)- Sí, ya sé, no me lo recuerden. Mucho alacrán malparido. Muchachos, esto no lo vuelvan hacer.

1. Mi papito Celso (en Amagá no dicen Abuelito sino: Papito) el papá de mi mamita Elvia (en Amagá no dicen Abuelita sino: Mamita) - ¿o era el papá de mi papito Emilio? No me acuerdo, de él tengo muy vagos recuerdos- cada vez que le servían el desayuno, el almuerzo o la comida (por estos lados no se dice Cena sino: Comida) mezclaba todo en un plato gigante, que el chorizo, que los frijoles, que el arroz, que la mazamorra, que la arepa, que el chocolate, que la sobremesa, que la morcilla, que las tajadas de plátano maduro, que los patacones de plátano verde, que el sancocho, todo en el mismo plato, ¡eso parecía un vomito de borracho!

- Papito Celso, ¿no de la asco comerse eso así? deje de ser tan cochino.
- ¡Qué va! Todo eso va para el mismo estomago ¿por qué tengo que ponerme a comer las cosas por separado?

Y no había poder cristiano o ateo para que no se comiera el vomito ese. Bueno, eso es lo que me cuentan mis tías, sobre todo mi tía Trinidad que es la más cuentera de todas. Si me ven al lado de ella seguro, porque ella toma confianza de una y hace quedar mal a su sobrino (yo), les va a contar el cuento de Mickey Meados.

1 comentario:

mister Barman dijo...

jajaja... como me he reido con la #3 y #2... muy buena entrada.

un saludo Byron